Punto de Encuentro

Violencia contra violencia

Por Antero Flores-Araoz

Suponíamos que las gestas de Martin Luther King en los Estados Unidos de América, como la de Nelson Mandela en Sudafrica, contra el racismo y el “apartheid” respectivamente, entre muchas otras, habían calado en el mundo, para desterrar el odio racial y la discriminación.


Si bien es cierto que con el correr de los años se redujeron esas lacras sociales, lamentablemente no se ha terminado con ellas, pues aún subsisten, como se acredita con el deceso del afroamericano George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, quien lo detuvo por un supuesto delito menor, ni siquiera fragrante y menos probado, con violencia absolutamente condenable.

Si la acción aislada, de un policía, no puede ni debe afectar a toda la institución policial, si es comprensible el rechazo de la ciudadanía al hecho descrito y a su protesta, pero debió ser pacífica.

Toda protesta, que cuente con razonable motivación, no justifica la violencia ciudadana, pues la violencia no debe combatirse con más violencia.  Si estamos contra tal flagelo, es inaudito que se emplee el mismo como resorte social.

El mundo ha quedado perplejo al observar la protesta de los ciudadanos por el homicidio de George Floyd, que podría no ser un angelito, pero que tenía que respetarse su vida e integridad, más al estar bajo detención y custodia policial.

No se puede comprender la violencia desatada en infinidad de ciudades de Norte América, en protesta por la incalificable acción policial a la que nos referimos. Hemos visto en la prensa grabaciones y fotografías de marchas multitudinarias, en que parte de los manifestantes cometieron otros delitos, como agresión a policías, incendiar vehículos policiales, establecimientos comerciales, que además fueron saqueados al igual que muchos otros y en que se llegó incluso a causar daños en monumentos históricos de las justas libertarias americanas.

Al igual que tiene que rechazarse claramente el homicidio aludido, también tiene que rechazarse la violencia de los manifestantes, que no se condice con la sustancial reducción del racismo, lo que se acredita con la elección de Barack Obama a la primera magistratura estadounidense.
¿Qué es lo que puede haber pasado con las mentes perturbadas de los revoltosos, para que, en protesta por la comisión de un delito, perpetren varios otros y en diversas localidades? No sé la respuesta, pero ojalá nos la puedan dar los ciencistas sociales y psicólogos, con la mayor presteza a fin de buscar soluciones.

Nos tenemos que preguntar ¿en qué nos hemos equivocado?, ¿qué ha pasado con la educación e instrucción que se imparte en las escuelas?, ¿qué hemos omitido? En fin, todavía son muchas las preguntas con ausencia de respuestas, pero es un tema que no puede quedar en el olvido y menos tratándose de un país que se ha caracterizado por su fervor a las libertades ciudadanas y el respeto a sus derechos.

Agrava nuestros interrogantes, el hecho que lo acontecido ha sido en tiempos en que se han producido innumerables actos de solidaridad humana ante la expansión de la pandemia que enlutó al mundo.  

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