Cualquier agrupación de derecha que estuviera financiada por una dictadura como la de Pinochet, y que además no fuese capaz de deslindar con ella y rechazarla, como modelo para el Perú, no tendría ningún futuro político y no tardaría en desaparecer. Sin embargo, en nuestro país el grueso de las izquierdas, con un gran número de jóvenes con inquietudes intelectuales, es liderado por una persona que es vinculada a dinero del régimen chavista y, para colmo de males, no pudo negar su apego a esa dictadura, presionada quizás por sus generosos aliados.
Habiendo participado en la dictadura militar de los años setenta, fracasado en los ochenta en el intento de unificación en torno a IU y con su notoria confusión frente al terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, la izquierda pensante decidió aprovechar espacios de poder con Paniagua, Toledo y Ollanta, incapaz de articular un partido o frente que pudiera disputar seriamente las elecciones presidenciales y parlamentarias. La única excepción fue la casual victoria de Susana Villarán, que fue absurdamente desaprovechada.
Pero es notorio que existe una élite talentosa y académicamente bien posesionada que, sin embargo, no acierta a organizarse en torno a líderes que la guíe hacia modelos exitosos, como el PSOE español y el laborismo inglés, alejándolos de las terribles experiencias del socialismo populista latinoamericano, cuyo método es la concentración del poder y el asistencialismo manipulador, siendo su consecuencia la destrucción progresiva de la economía popular.
La izquierda pensante debe comprender que el compromiso con la democracia no se agota con el proceso electoral. Se trata de asumir un conjunto de procedimientos que permita asimilar las ideas y propuestas de los adversarios, tratando de conciliar y acordar con ellos políticas determinadas que satisfagan las tendencias e intereses de los electores. De forma tal, que se acepte que nadie tiene el monopolio de la representación del pueblo ni de la razón. Felipe Gonzales aceptó el compromiso con la democracia, sacó del ideario del PSOE la inspiración marxista y llevó a su partido a cuatro períodos de gobierno.
Al Perú le hace mucha falta un partido de izquierda democrática, que se anime a hacer política de verdad, en un marco democrático y constitucional, que desarrolle el modelo de economía social de mercado relacionando el principio de subsidiaridad con el de solidaridad, respetando las reglas de la economìa, la propiedad privada y la iniciativa de los cientos de miles de emprendedores, modernos y exitosos empresarios vestidos en Gamarra.
Por supuesto, lo expuesto requiere un claro deslinde con las ideas y las formas antiguas. Cerrar definitivamente el folleto marxista y recrear con pragmatismo el New Deal del izquierdista Franklin D. Roosevelt.