“Punto de Encuentro” tiene el inmenso honor de publicar (en cuatro entregas) la Conferencia Magistral que el Dr. Hugo García Salvatecci dio en la Biblioteca Nacional en la conmemoración del centenario del fallecimiento del Maestro del pensamiento social en el Perú: Manuel Gonzales Prada.
CONMMEMORANDO EL CENTENARIO DE LA MUERTE DE
GONZALEZ PRADA
(1ra parte)
HUGO GARCÍA SALVATTECCI
En el contexto de preparación del bicentenario de nuestra independencia, el Congreso de la República y la Biblioteca Nacional del Perú han organizado este homenaje por los cien años del fallecimiento de una de nuestras figuras republicanas más emblemáticas: Don Manuel González Prada, con quien se inició, desde una perspectiva política, el Perú contemporáneo.
Es indispensable que, en estos momentos de profunda crisis y desorientación, y en la antesala de su bicentenario republicano, dirijamos nuestros ojos al peruano que cambió la historia política del Perú tras el desastre de la guerra del Pacífico.
Se ha hecho bien que esta conmemoración se haga en nuestra Biblioteca Nacional, una de las pocas instituciones por las que Don Manuel mostró un gran respeto, incluso muriendo siendo su Director.
Don Manuel, consideró tras el desastre de la guerra, que nuestro principal deber moral se centra simplemente en decir la verdad. Su slogan fue: “rompamos el pacto infame de hablar a media voz”. Como sucede con los grandes apóstoles, Don Manuel en vida y después de muerto, se convirtió en un signo de contradicción. De hecho, dividió al Perú en dos sectores: los viejos que sólo se identifican con el pasado, y los jóvenes que sólo se sienten comprometidos con el futuro. Legó a sus seguidores no sólo una de las ideologías políticas más consistentes y sólidas que se hayan formulado, sino también los violentos odios que generó.
Esta situación seguía teniendo vigencia cincuenta años después de su muerte, de lo que deseo dar un breve testimonio. Este año se cumplen cincuenta años de un hecho trascendente en mi vida académica, la conclusión de mis tesis sobre González Prada. Si bien sustenté una a mediados en 1969 y la otra a inicios de 1970, las concluí en 1968. Permítanme este breve paréntesis personal, pues ilustra lo que todavía significaba investigar a González Prada cincuenta años después de su muerte.
Ingresé al seminario salesiano a los diez años de edad, para cursar el quinto de primaria. Me retiré cuando acababa de cumplir los 24 años. Recibí una formación estricta, sumamente académica, dentro de los moldes de la escolástica medieval y dentro de una estructura espiritual y religiosa anterior al Concilio Vaticano II, pues éste fue convocado cuando ya estaba terminando la secundaria.
El año siguiente de acabar la secundaria fue, tal vez, en el que más me enriquecí académicamente. Me pasaba todo el día con mi gran maestro el Padre Alcides Fanello, quien fuera mi tutor, encargado de mi formación académica durante los 14 años que pasé en el Seminario. Cuando tenía trece años ya me había enseñado la técnica del fichaje académico. Con él, cuando cumplí los 16 años, estudié todos los tratados filosóficos medievales en latín. Me exigió hasta el cansancio que tenía fundamentalmente que captar la lógica interna de todo sistema y de todo pensador que estudiase. Como siempre me repetía hacerme Platón cuando estudiase a Platón y Lutero cuando estudiase a Lutero.
En el seminario mayor se ampliaron enormemente mis conocimientos académicos, pero dentro de lo estrictamente clásico o europeo. Dos hechos estremecieron mi posición conceptual monolíticamente dogmática. El primero de ellos fue la crisis originada en la Iglesia y en todas sus instituciones por el Concilio Vaticano II. Para dar una idea de la magnitud de la crisis, basta decir que, en un lapso menor al de un año, más del 90% de seminaristas nos retiramos.
El segundo estuvo vinculado con la presencia frecuente y prolongada del gran Maestro Víctor Andrés Belaúnde, durante los dos últimos años de su vida, en el Seminario mayor Salesiano. Bastó su primera conferencia sobre la peruanidad para que me ubicase recién en el Perú. Tuve la suerte de gozar de su saber y de su aprecio, pues cuando iba al seminario los Padres Salesianos me habían destinado para que fungiese como su secretario.
Le comenté que acaba de estudiar el pensamiento de Leibniz, y que me había impactado su proyecto de definir la filosofía perenne, tratando de armonizar todo lo que los diversos filósofos, muchas veces de modo sumamente antagónico, habían señalado. Leibniz había sentenciado que ninguna afirmación hecha por un gran pensador, por más que esté en oposición con la de otros, puede dejar de ser valorada si uno realmente desea descubrir la filosofía perenne. Le dije que mi ambición juvenil era descubrir la peruanidad perenne, a través de pensadores peruanos sumamente antagónicos. El maestro Belaúnde me dijo que le agradaba la idea, pero aclaró y precisó enormemente mi proyecto. Aristóteles señaló que lo más importante que aprendió de Platón no estuvo en la lectura de sus diálogos sino en la enseñanza viva de su Maestro. Salvada las distancias, lo mismo podría decir yo del Maestro Belaúnde.
Me recordó que todavía no se podía definir plenamente la peruanidad puesto que se trata de una realidad que se está haciendo, y que recién se inicia. Me precisó que lo que él denominaba “peruanidad” propiamente surge con González Prada, por más que el Perú sea muy antiguo. Me puso el ejemplo de Alemania, con varios milenios de historia, pero que la esencia de lo alemán recién se expresó a inicios del siglo XIX con los “discursos” de Fichte. Alemania tiene sus orígenes en la prehistoria, pero la conciencia de la nación alemana surgió recién en el siglo XIX. Sin tener la antigüedad de Alemania, el Perú es más que milenario, pero la conciencia de la nacionalidad peruana recién se está iniciando. El Perú actual ya no es el Incanato ni el Virreinato sino algo más. Una nación se hace en el momento en que, conociendo su pasado es consciente de su presente y se traza objetivos concretos para el futuro.
Al igual que Fichte, González Prada es el creador de la conciencia nacional peruana. Tanto Fichte como González Prada surgieron luego de desastres nacionales, Fichte con la invasión francesa napoleónica, y González Prada con la invasión chilena. Al igual que Fichte su prédica se destinó fundamentalmente a la juventud. Fichte es llamado el apóstol de la nación alemana, y coincidentemente cuando preparaba la segunda edición de mi obra sobre González Prada, mi amigo, el poeta César Calvo, me sugirió que llevase el nombre de “Visión de un apóstol”. Se da, sin embargo, una profunda diferencia que sería históricamente determinante. Fichte creó la conciencia nacional alemana antes que Alemania fuese creada como nación, mientras que González Prada lo hizo cincuenta años después que se proclamase formalmente nuestra independencia, por lo que tuvo que enfrentarse a todo un status quo imperante.
En ese contexto, el Dr. Belaúnde me propuso el título de mi tesis: “Formación de la peruanidad”. Preparé el proyecto, que requería la previa aprobación de mis superiores eclesiásticos. Consideré, bajo el asesoramiento de Víctor Andrés Belaúnde, que mi investigación debía iniciarse a partir de González Prada y su repercusión en dos miembros de la generación del novecientos: José de la Riva-Agüero y Víctor Andrés Belaúnde, y dos miembros de la generación del Centenario: Haya de la Torre y Mariátegui, a los que añadí el nombre de un pensador básicamente académico: Luis E. Valcárcel, porque fue uno de los grandes continuadores de la obra del Maestro.
Los padres salesianos me vetaron dos autores: González Prada y Haya de la Torre. Le comenté este hecho al Maestro Belaúnde, quien me dijo que hablaría con el Padre Superior para que levantasen el veto al estudio de González Prada, lo que efectivamente logró. Mi primer ensayo sobre González Prada está en el capítulo de mi tesis en educación “Formación de la Peruanidad”, escrito bajo la asesoría de Víctor Andrés Belaúnde, y sustentada cuando yo contaba con 22 años de edad.
Luego decidí investigar a fondo el pensamiento de González Prada en dos aspectos fundamentales que todavía no habían sido estudiados: