Punto de Encuentro

Oda al café y los contertulios

El café como “vigorizante intelectual” en la Historia.

Mi rencuentro con Madrid ha empezado en el Café Gijón -que data de 1888-, contemplando a muchos contertulios en amena chachara, en las mismas mesitas de mármol y hierro forjado en que charlaron tantos poetas y políticos. Y no dejo de pensar en mi esposa Renata, fanática de este aromático y exitante elixir, que paladea a sorbitos, horas de horas, acompañada de la lectura periodística y la tertulia. Ahora que el tiempo también se ha detenido en mi madrileño mokacccino, se me encoge el corazón y se me empañan los ojos de pena, recordando lo poco que favorezco a Renata tan noble vicio: el del café y la tertulia. Yo vivo acicateado por falsas prisas, y nunca hago un hueco para relajarme en su compañía, leyendo prensa en algún elegante café limeño de esos que tanto le gusta frecuentar. Renata es poseedora de un alma irredenta, juvenil, errática y empeñosa, que quiere cambiar el mundo a fuerza de serviciales apoyos a todo aquel que la necesita. Mi esposa comparte con el café, esa capacidad de saber tragarse las amarguras de la vida a sorbitos, endulzándolas con el aroma arábico, la leche espumante y el dulce azúcar en sus exactas proporciones. A ella va dedicado este breve homenaje al café, como acto de contricción.

Primer sorbito de mi mokaccino. Ummm... Científicos e historiadores están de acuerdo que el árbol del cafeto es originario del antiguo Reino de Abisinia (hoy Etiopía), pero que fueron los árabes los que lo extendieron por Europa, conjuntamente con la expansión musulmana en España allá por el 800 d.C. Por cierto, cuenta la leyenda musulmana, que el café fue regalado por el Arcángel San Gabriel al Profeta Mahoma para ayudarle a mantenerse despierto en sus vigilias místicas. Sin embargo, el ingreso en Francia e Italia se realizó recién hacia el 1600 a través de los mercaderes vencianos.

Segundo sorbito, más intenso... Existen dos variedades principales de cafeto, la arábica (muy cultivada en Colombia y Perú), aromática y de sabor suave; y la canéfora (más cultivada en Brasil o África), con la que se hace la mayor parte del café industrial tostado (o torrefacto). En el Valle de Chanchamayo, en Perú, se vende el café más caro del mundo, a más de $1.400 USD /Kilo. Conocido como “Mishasho” (nombre en quechua del “coatí”), es un café procesado en los intestinos de los coatíes, que al ser expulsado de forma natural es lavado, tostado y procesado. El animal escoge los mejores frutos y además, retira la cáscara al digerirlo, siendo de un extraordinario sabor y aroma aunque a mí, en lo personal, no me atraiga demasiado su procesamiento intestinal...

Recojo un poco de la crema con la cucharita y sigo tertuliando conmigo mismo... El originario brebaje árabe se prepara moliendo mucho el café y diluyéndolo directamente en agua muy caliente. Lamentablemente, este café que llaman en Europa “a la turca” no me gusta, porque siempre bebes grumos. Los franceses inventaron el café de filtro: se coloca un filtro de tela porosa o papel filtrante con el café en su interior, y se le hace pasar el agua muy caliente, consiguiendo un brebaje poco intenso. Este sistema es el que se suele usar en las cafeterías de carreteras y ciudades de los Estados Unidos, de forma que los norteamericanos aparecen en las películas tomándose cafeteras enteras de tres cuartos de litro ellos solitos, como si nada, ya que es un café poco concentrado. Finalmente el espresso, consiste en unas cafeteras que hacen pasar el agua caliente a presión directamente a través del café debidamente aprisionado en una especie de cazo de metal cerrado herméticamente en su interior, de forma  que sólo deja salir por una cánula en el centro, a presión, un café negro, especialmente intenso o tinto que va a parar al reservorio o taza respectivo. El espresso es el café favorito de la gran mayoría de españoles, peruanos y latinoamericanos. Después de estos tres inventos, vinieron los cafés instantáneos, solubles, descafeinados, y toda suerte de subproductos industriales, pero los cafés tradicionales sólo son tres: a la turca, de filtro o espresso.

Tercer sorbito, corto y preciso... Sin duda, el éxito mundial del café (se consumen 2.250 millones de tazas a diario), surge de un único factor predominante: sus propiedades estimulantes. Tanto es así, que los árabes le llaman “qahwa” que significa "vigorizante". A causa de la exitante cafeína,  el café en todas sus variantes (sólo, manchado o machiatto, cortado, con leche, carajillo, vienés, capuccino, mokaccino, ristretto o bonbón,frapé, etc.); siempre ha sido apreciado como bebida por intelectuales y artistas, científicos y políticos, con un único y mismo afán: mantenerse despiertos, dialogantes y activos, hasta altas horas de la noche. La Bohemia sin el café, simplemente se agotaría por extenuación mental. De ahí que muchos movimientos intelectuales, creativos y políticos, se vincularan a los cafés desde la Ilustración (allá por los Siglos XVII y XVIII), principalmente en Europa: Alemania, Austria, Francia, Italia y España. Siendo en el Siglo XIX y principios del XX, cuando los cafés de contertulios alcanzaron su máximo apogeo.

Cuarto sorbito, hago buches ojeando en el periódico las noticias internacionales... Recomendaciones: si visita Paris haga un alto en el “Café de Flore” en donde el filósofo Jean Paul Sartre y su amante compañera Simone de Beauvoir reunieron a lo mejor del existencialismo.  Glup... el más antiguo es el “Café Procope” (1689), y los más populares actualmente, son el “Café de la Paix” y el “Café de l’Opera”. Glup, glup... En 1876 en Viena (Austria) se inventaron dos productos típicos de la carta de toda cafetería que se precie: el café vienés (en el Café Central) y la tarta o torta Sacher (Sachertarte, también conocida como “selva negra”), que se creó en la cafetería del Hotel Sacher, que aún funciona. Glup, glup, glup... En Italia, las Cafeterías son lugares turísticos en sus principales ciudades: el Florían en la Plaza de San Marcos,en Venecia; el Café Gambrinus en Nápoles, Café Il Greco en Roma, o el Café Piazza del Duomo al lado de la Catedral de Florencia, son sus más insignes ejemplos. El Perú tuvo cafés a la europea, que lamentablemente ha perdido.      Es célebre la frase del escritor peruano Abraham Valdelomar: “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”

Quinto sorbito, voy acabando de beber mi taza, leyendo en la prensa española, las noticias nacionales... ¡Cierto, cierto!, en España los Cafés y sus Tertulias también están cuajados de historia. Fue la “Fonda de San Sebastián” el lugar en el cual, el pintor Goya y otros notables tertulianos se reunían a intrigar contra el Ministro Godoy allá por 1797. Y en 1820, en el Café Lorenzini se compuso el Himno de las Cortes de Cádiz o Himno de Riego, que fuera después, el Himno de la Primera República Española. Hacia 1898 Picasso frecuentaba una tertulia artística en el Café barcelonés “Els 4 Gats”. Al año siguiente (1899), Valle Inclán perdió un brazo a bastonazos, en una riña en el Café de la Montaña. No obstante, Valle Inclán siguió siendo un asiduo de las Tertulias de Café, de ahí que en una ocasión manifestara aquello de que “El Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades juntas”. En 1903 en el Café de Iruña, en Bilbao, Unamuno y Baroja frecuentaron una tertulia que terminaría congregando a los máximos exponentes de la “Generación del  98”. Filósofos, políticos y poetas, intentaban apagar el incendio del desmoronamiento de su imperio,  a golpes de taza de café. Fue por después cuando Benito Pérez Galdós dijo aquello de: “El café es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano”. Finalmente, por no alargarnos en ejemplos, hacia 1915 Gómez de la Serna inauguró su prestigiosa Tertulia del Café del Pombo que inmortalizara el óleo de Gutiérrez Solana en 1920 y que actualmente alberga el Museo Reina Sofía de Madrid.  Hubo por dicha tertulia, un fuerte debate en su época. Lo empezó el gran pensador Gregorio Marañón cuando dijo: “El hombre de café es, entre otras cosas, manantial inagotable de resentimiento”. A lo que Gómez de la Serna le contestó: “Lo que a Marañón le ha faltado en la vida es más café”. Yo mismo, en mi pasada vida en Madrid, tuve el gusto de participar en Tertulias acompañadas de abundante café y segaces intervenciones, en el Colegio Mayor Guadalupe (donde tuve una Tertulia Literaria que contó con visitantes tan iluestres como el argentino Sábato, el español Ayala o el paraguayo Roa Bastos); en el Restaurante Lancha (con políticos y empresarios de toda Europa) e incluso en el Hotel Ritz, donde tomábamos el Té a las cinco el último fin de semana de cada mes en la “Tertulia Económica y Social (TES) John Stuart Mill”, los más altos cargos de la Administración Pública con los responsables de las empresas de cada sector a tratar.

Fin del mokaccino. La cuenta por favor... Como manifiesta un personaje del “Madrid de Galdós”: “Madrid sin cafés es como cuerpo sin alma. El café es para Madrid algo consustancial”. (José Ido del  Sagrario, personaje de “El Doctor Centeno” novela de Benito Pérez Galdós de 1883). Salgo a la calle Recoletos, vuelt al trasiego del presuroso sinvivir...

  

Izquierda: Jean Paul Sartre y Simone de Beuvoir en el “Café de Fiore” en Paris. Centro: La Tertulia del Café del Pombo, óleo de Gutiérrez solana, Museo Reina Sofía, Madrid. Derecha: Coatí ingiriendo el café peruano más caro del mundo, denominado Misha ($ 1400 Usd/Kg).

               

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