Punto de Encuentro

Adriana de Verneuil, testimonio de una vida: Mi Manuel (1947)

Adriana de Verneuil (1864-1948) es una figura reciente en la historiografía peruana, concentrada con frecuencia en el impacto del pensamiento de Manuel González Prada, el más importante ensayista y líder del anarquismo peruano. Adriana, su esposa, no sólo fue la "animadora" como Luis Alberto Sánchez ha destacado en una de las más importantes biografías sobre González Prada.La influencia que ejerció en las actividades del pensador fue relevante como se puede apreciar a lo largo del testimonio sobre su relación conyugal, cuyo título expresó muy bien su sentir: Mi Manuel.El libro, se inicia como una biografía sobre G. Prada, pero conforme avanzamos en la lectura, se aprecia la amplia y rica experiencia vivida por Adriana: el trauma de la guerra franco-prusiana, la pérdida de seres queridos como su madre y dos hermanas, laemigración de Francia hacia el Perú y las dificultades para asimilarse al nuevo entorno.También Adriana narró cómo vivióparte de la Guerra entre Perú y Chile, hechos que le trajeron a la memoria el triste recuerdo de la ocupación de su amada Francia por parte de las tropas alemanas.

Mi Manuel, es también la autobiografía de Adriana, la narración de su experiencia escolar, como huérfana, novia, esposa, madre, algunos de los roles convencionales que las mujeres de la época experimentaron.  Además es una narración que nos permite incorporar la mirada de una mujer sobre la política, las redes intelectuales y la intimidad de una familia de clase media alta, con un caudal intelectual sólido, cuyo interés político siempre los colocó a la vanguardia en calidad de opositores a los graves defectos del país: la concentración del poder oligárquico, la corrupción y el militarismo.

Es posible entender las memorias de Adriana como un proceso de transformación individual, donde ella fue inicialmente una mujer religiosa pero sus momentos de duda sobre Dios cada vez fueron más frecuentes, en especial cuando aconteció la pérdida de sus dos primeros hijos.

Como ya se conoce, las autobiografías femeninas no son abundantes, de ahí su riqueza cuando encontramos alguna. En el caso de Adriana de Verneuil, observamos que ella no se aliena o subyuga a la personalidad de Manuel González Prada, sino que se expresa con voz propia. Mi Manuel es la representación única que pudo hacer en calidad de testigo de la experiencia vivida con él, pero también del actor que comprendió el matrimonio y la familia más allá de una relación jerárquica entre individuos, más bien, resultó un vínculo de solidaridad e intimidad que afianzó el compañerismo y la equidad en la diferencia.Esta suerte de matrimonio ético, que después puede extenderse al tipo de crianza que la pareja dio a su hijo Alfredo, se difundió como un importante modelo de comportamiento entre los apristas, en calidad de vidas ejemplares.

 

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