Punto de Encuentro

XIX. Inmoral y corrupto Martín Vizcarra y su heredero político Francisco Sagasti.

¿Genocidas de la pandemia?

MARTÍN VIZCARRA Y FRANCISCO SAGASTI, CADA UNO CON MÁS DE 100,000 MUERTOS EN 8 MESES.

Por: Abraham Fudrini.

A mediados de la primera quincena de julio Faustino vio y escuchó que los casos de infectados por el nuevo coronavirus no paraban de proliferar en todo el territorio nacional y los fallecidos se incrementaban sostenidamente, causando mucho temor en la población que no sabía cuándo se empezaría a mitigar este mal que había puesto en zozobra a los peruanos. Pensó que ya no había duda de que el Gobierno en su lucha contra pandemia había sido derrotado, pues el avance de los infectados era incontenible de semana a semana. Es así que en la primera quincena de julio Faustino escribió en Facebook que en ese momento había realmente más de 40 000 fallecidos por COVID-19 y que ya era necesario que se sinceren las cantidades de muertos porque las cifras oficiales estaban subrregistradas y era necesario que la población sepa la verdad por muy dura que sea. Ese mismo día 15 de julio la cifra oficial que había publicado el Ministerio de Salud era de 337 724 infectados y 12 417 fallecidos.


Quince días después, diferentes análisis de especialistas y noticias de la prensa internacional y de Perú estuvieron de acuerdo en una cantidad similar de muertos por COVID-19 a la que él había calculado y que era mucho mayor a la oficial. Además, predijo que, para fines de setiembre, un poco más de medio año –desde que se inició la cuarentena– habría más de 80 000 muertos por la misma enfermedad causada por el nuevo coronavirus y que el 15 de marzo de 2021 la cantidad de muertos por COVID-19 pasaría los 120 000.
Todo estaría controlado cuando se vacune del 60 % al 70 % de la población peruana, es decir 22 000 000 habitantes aproximadamente, pero esto, según su cálculo, recién podría ocurrir finalizando el año 2021 o unos meses más, cuando la cifra de fallecidos esté en más de 120 000 muertos por la enfermedad causada por el nuevo coronavirus. Finalmente, calculó que el 80 % de los fallecidos por COVID-2 serían adultos mayores de 65 años.

Después de ver y escuchar los noticieros de la mañana Faustino cogió la revista BBC News Mundo, especializada en economía internacional, en cuya portada leyó: “Esto no es la peste negra, no es como si la gente muriera y no tuviéramos ni idea de qué les mata. No estamos en la Edad Media”. Su autor, un microbiólogo llamado Yuval Noah Harari se preguntaba: ¿qué tipo de sociedad surgirá de esta pandemia?, ¿los países estarán más unidos o más aislados?, ¿se utilizarán herramientas de vigilancia para proteger a los ciudadanos u oprimirlos?. El autor pensaba que las decisiones que se estaban tomando para combatir el COVID-19 darían nueva forma a nuestro mundo en los años venideros y se atrevió a dar optimistas noticias sobre el coronavirus.
Faustino estuvo de acuerdo con el microbiólogo, quien creyó que quizás las dos opciones más importantes para enfrentar esta crisis, sean: a través del aislamiento nacionalista o a través de la cooperación internacional y la solidaridad. Luego pensó que a nivel de cada país las opciones eran: tratar de superarlo mediante el control y vigilancia totalitarios y centralizados, o mediante la solidaridad social y el empoderamiento de los ciudadanos.

Mientras leía Faustino pensó que esas dos opciones eran verdaderas y empezaban a evidenciarse incipientemente en Perú, donde el Gobierno en ese momento había dado algunos motivos que le llevaron a pensar, desde hace poco más de un año, que habría elegido la primera opción de vigilancia y totalitarismo. Creyó que era así porque el presidente y el primer ministro ya habían expresado su interés por tener una línea de transporte aéreo nacional, intervenir en los precios de las mensualidades de los colegios particulares y haber amenazado a las clínicas particulares con intervenirlas. Coincidía con el autor del artículo en que la pandemia por el nuevo coronavirus había generado preguntas que eran científicas y políticas. El autor reconocía que, si bien se abordaron algunos desafíos científicos, era evidente que se estaba pensado menos en cómo responder a los retos políticos. Sabía que en el mundo contemporáneo la humanidad contaba con todo lo necesario para contener y vencer a la pandemia, razón por la afirmaba que: “No es la Edad Media. No es la peste negra. No es como si la gente estuviera muriendo y no tuviéramos ni idea de qué los está matando y qué se puede hacer al respecto”. Tenía razón, pero no había la fuerza o la capacidad para hacer que las poblaciones de los diferentes países del mundo perdieran el temor y la preocupación de que se produzca masivamente una o más vacunas que terminen definitivamente con la pesadilla que estaba causando el SARS-CoV-2.

Faustino, como sociólogo experimentado y estudioso de la economía mundial, estaba convencido que de lo que se trataba era de realizar un análisis objetivo de esta, en tiempo del nuevo coronavirus.

Ya no había duda de que la recesión se estaba presentando y que en lo que deberían preocuparse los gobiernos de los países del mundo es no dañar al aparato productivo y que, luego de terminar la pandemia, sus consecuencias negativas se hagan permanentes. A los gobernantes del mundo se les presentará una tarea muy difícil pues el impacto que el nuevo coronavirus estaba teniendo sobre la economía había sido ya grave y profundo. No había duda que una economía paralizada dejaba poco espacio para alternativas de fácil y rápido resultado positivo. La nueva pandemia sería de la economía y sin lugar a duda la recesión se iba a expandir en Europa, los Estados Unidos y América Latina. El PBI mundial se contraería considerablemente el año 2020 y casi seguro sería una caída mayor a la registrada durante la crisis financiera 2008 y 2009, además se presentaría con bloqueos y distanciamiento social que serían más generalizados entre los países y dentro de cada uno de ellos.

Se trataba de una recesión nunca antes vista porque se originaba, expandía y sostenía en el sector de los servicios tales como turismo, entretenimiento, restaurantes, transportes, deportes, belleza, etc. Lo importante será desarrollar políticas económicas para evitar la probable amenaza de una depresión económica, pero se tendría que hacer teniendo presente el reto de reactivar y lograr crecimiento económico en un escenario internacional aislado y con nuevos protocolos que hacían todo más lento para evitar el contagio de la infección.
(…)

Recordaba que cuando empezó la cuarentena había una ministra encargada del Ministerio de Salud, ella en corto tiempo fue cambiada por un médico quien desde que asumió el cargo hizo asustar a los peruanos diciéndoles que todos serán infectados. Esa fatal predicción durante el año 2020 nunca se cumplió felizmente, incluso los contagios disminuyeron relativamente entre setiembre y diciembre, aunque el primer rebrote podría llegar pronto en dos, tres o cuatro meses y aún era insegura la llegada de la vacuna dentro de ese tiempo ni se habían comprado pruebas PCR o moleculares en cantidad suficiente para cercar, controlar y mitigar el primer rebrote de la epidemia en Perú.  El nuevo ministro de Salud era un profesional que desde hacía muchos años era consultor, contaba con poca experiencia en curar enfermos, pero sabía gastar el presupuesto, aunque no hizo el pago adelantado por la vacuna, al contrario de otros países de América Latina que –desde junio– empezaron a hacerlo. Finalizó su gestión muy criticado y peleándose con los médicos y con sus instituciones representativas, entre ellas el Colegio Médico de Perú; incluso sabiendo gastar, como se comentó cuando ingresó como ministro, no llegó a ejecutar ni una tercera parte del presupuesto que le asignaron a su cartera ministerial, a pesar de que las necesidades y reclamos de los médicos por mascarillas, mandiles, guantes quirúrgicos, camas implementadas de cuidados intensivos, oxígeno, etc. eran constantes y crecientes durante su penosa gestión.

(Del libro: “PANDEMIA. El coronavirus y la COVID-19 en el escenario político de Perú”, de Abraham Fudrini)

 

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