Por: Dennis Falvy
Joschka Fischer, ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005, fue líder del Partido Verde alemán durante casi 20 años y escribe para “Project Syndicate” e si bien es cierto la reunión en Kazan no fue de las mejores, el deseo de las economías de mercados emergentes y en desarrollo de reclamar su parte de la influencia y la riqueza mundiales es comprensible y justificado y Occidente debe aprender a compartir el poder de manera más constructiva y a no ningunear la reciente cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Kazán –la capital "islámica" no oficial de Rusia– como un espectáculo antioccidental de poca importancia.
China, Rusia, Brasil e India establecieron los BRIC en 2006 (Sudáfrica se unió en 2010) como contrapeso al G7, el club de los principales países industrializados occidentales, y al orden global dominado por Estados Unidos en general.
Los BRICS se han convertido en una plataforma multilateral no solo para países como China y Rusia -que quieren poner fin al dominio occidental y, en el caso de Rusia, establecer un nuevo orden global explícitamente antioccidental- sino también para potencias emergentes más neutrales.
El grupo se amplió recientemente para incluir no sólo a Irán y Etiopía, sino también a Egipto y los Emiratos Árabes Unidos y ello va contra las economías que dependen del dólar o el euro.
El l autor de esta nota, señala que Occidente no debería confundir el deseo de Rusia de desentrañar el orden global con los objetivos estratégicos del resto del grupo, ya que parece claro que China e India no buscan una ruptura con el orden global existente o con Occidente, sino más bien una mayor influencia, reconocimiento y prestigio global.
La situación representa tanto un desafío como una oportunidad para Occidente, siempre y cuando una segunda presidencia de Donald Trump no abra las fallas globales existentes.
Si Occidente se mantiene unido política y culturalmente, seguirá desempeñando un papel de liderazgo en el siglo XXI a pesar de sus desafíos demográficos.
Pero debe aprender a compartir el poder.
La Organización de las Naciones Unidas en 1945, sólo tenía 51 Estados miembros; hoy, después de un largo y tumultuoso período en el que surgieron muchos nuevos Estados-nación de las antiguas colonias europeas en todo el Sur Global, hay 193. Pero nunca hubo una redistribución real del poder y la riqueza.
En la década de 1970 , China salió de su prisión ideológica maoísta autoimpuesta y comenzó su integración gradual en la economía mundial dominada por Occidente, un proceso que se aceleró tras su adhesión a la Organización Mundial del Comercio en 2001 y ello y el ascenso de los BRICS es una expresión de este cambio histórico.
Las economías de mercados emergentes y en desarrollo de reclamar su parte del poder y la riqueza mundiales es completamente comprensible y justificado.
El mundo occidental debería dejar de reaccionar a la defensiva.
Se ncsita por ello un nuevo orden mundial reequilibrado , sino sobrevendrá el caos, la violencia y la guerra.
El resurgimiento de la guerra en una era de armas nucleares e inteligencia artificial representa una amenaza internacional sin precedentes.
Tanto el G7 como los BRICS+ se enfrentan al mismo peligro; Todos estamos en el mismo barco, con las mismas responsabilidades compartidas.
Una diplomacia global es urgente.
Un futuro basado en "el más fuerte hace lo correcto" significa, en última instancia, un regreso a un pasado bien conocido, uno que se suponía que la fundación de las Naciones Unidas y sus convenciones fundacionales iba a poner fin para siempre.
¿Qué reglas pretenden seguir los países BRICS+?
El mundo merece una respuesta a esta pregunta crítica, señala el autor de esta nota tan clara y precisa.
Ver: https://www.project-syndicate.org/commentary/brics-matter-as-vehicle-for-emerging-powers-in-changing-world-order-by-joschka-fischer-2024-10