Quienes ven el triunfo de la derecha chilena, representada por José Antonio Kast (58%), versus Jeannette Jara (42%) de la izquierda chilena, solo como fruto de sus promesas para resolver problemas tangibles y coyunturales como el incremento de la inseguridad ciudadana, inmigración ilegal y la violencia delincuencial, no están viendo el trasfondo estructural y cultural, que va incluso más allá de los ejes políticos e ideológicos de derecha / izquierda, autoritarismo / democracia, o los modelos económicos de estatismo / liberalismo. La izquierda progresista chilena (representada por el Presidente Boric y su generación del Frente Amplio) abandonó el eje político y temático que tenía el discurso de la izquierda chilena tradicional: combatir la pobreza, la injusticia y desigualdad social. El triunfo de Boric en 2021, fue consecuencia del estallido social de 2019, cuyas banderas fueron el alza de pasajes del transporte urbano para estudiantes, la gran desigualdad e injusticia social y económica. A pesar de ello, la nueva izquierda progresista chilena aprovechó su alta y circunstancial popularidad, para incluir e instalar temas identitarios (matrimonio igualitario LGTB, feminismo, aborto y enfoque de género) y temas refundacionales (plurinacionalidad y pueblos originarios), muy distantes a las razones que se esgrimen como sustento del estallido social de 2019.
La izquierda chilena rompió el “Contrato de Comunicación” que tenía con sus votantes tradicionales, al adoptar un nuevo discurso institucional de corte progresista. No es casualidad que el Partido Comunista, con su candidata Jeannette Jara (ex Ministra de Trabajo de Boric), haya ganado las elecciones primarias en la izquierda chilena (obtuvo más del 60% de los votos), frente a otros candidatos de perfil socialdemócrata y progresista. Dentro de la alianza de gobierno, el Partido Comunista sí se mantuvo firme en ejes temáticos de la izquierda tradicional como: 40 horas semanales de jornada laboral, aumento del salario mínimo y reforma de sistema de pensiones. Pero a pesar de sus intentos, la candidata Jara no pude desmarcarse del gobierno de Boric (30% de aprobación en promedio), y así cargo con el pasivo “progresista, que implicó 2 ejes determinantes en la 2da vuelta del domingo 14 de diciembre: Continuismo / Cambio y Aprobación / Rechazo.
En un anterior artículo de opinión, después de conocer los resultados de la 1ra vuelta electoral del 16 de noviembre, planteé la interrogante respecto a los porcentajes obtenidos por los 3 candidatos de la derecha (sumaron un poco más del 50%): ¿serán solo el reflejo de un movimiento pendular, o será un viraje ideológico y cultural profundo? Por lo expuesto líneas arriba, la respuesta está en la segunda parte de la pregunta, y añado que además de ser un viraje ideológico y cultural, también es un viraje estructural, no solo coyuntural. Pues si solo fuese un movimiento pendular y coyuntural, sería imposible explicar una caída de 14 puntos porcentuales de la izquierda chilena, cuando en la 2da vuelta de 2021 (hace solo 4 años), Boric derrotó al mismo Kast 56% versus 44%. Y en mi opinión, al ser este un viraje cultural y estructural, se profundizará en favor de la derecha chilena, salvo que la izquierda chilena retorne a sus raíces fundacionales y originales.