“Retrocedemos un paso, para luego avanzar dos” es frase sindicada a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, como argumento de sustentación de la Nueva Política Económica soviética (NEP) que intentó rescatar el espíritu emprendedor de los propietarios rusos, en medio del funcionamiento del sistema socialista.
Una frase parecida, en disímil circunstancia, ha sido mencionada por el congresista aprista Javier Velásquez Quesquén con referencia al carácter pragmático con que se pretende resolver el dilema al que Ejecutivo y Legislativo nos habían conducido hasta este último fin de semana.
“El Congreso retrocede un paso para poder avanzar por el bien del país” ha sido la frase del vocero alterno de la Célula Parlamentaria Aprista (CPA), que hace eco del comunicado que presentara el PAP el jueves 13/09, donde este partido sostiene la voluntad de apoyo pleno a las reformas planteadas por el Ejecutivo.
A par que un elogio, esta frase también podría generar una crítica porque revela un ánimo parlamentario no inaugurado sino hasta que se llagara a límites de tensión innecesarios. Sin embargo, dicha crítica tendría que estar dirigida, directamente, a Fuerza Popular ya que, como fuerza número uno del Congreso, terminó por constituirse en único dique a las propuestas del presidente Vizcarra.
Aun así, el consenso entre Poderes parece avanzar y una demostración de esto es la aprobación del dictamen sobre la reforma del ex Consejo Nacional de la Magistratura (próximo Junta Nacional de Justicia), aprobado en martes 18/09 en el Pleno del Congreso.
Voluntad política es lo que tenemos ante nuestros ojos. Fenómeno casi desconocido para las nuevas generaciones que en los últimos años solo ha escuchado de enredos y atestiguado empellones entre oficialismo y oposición. ¿Cuánto ha atrasado a nuestro país las reyertas Humala – García y/o Kuczynski – Fujimori? ¿Cuánto le cuesta este atraso al Perú? Preguntas sin resolver.
Si de esta primavera concertadora surge un resultado óptimo y próximo a la expectativa ciudadana, podremos creer que exasperan, encuentros y desencuentros, pero que vale mucho más la pena la Democracia con sus roces y fricciones.
¿Es esto el paraíso? Simplemente, el paraíso no existe. Menos en política. Simplemente, es un trance en que las fuerzas políticas están reubicando estratégicamente sus posiciones de cara a la población nacional que, ahora más que nunca, pisa los talones a sus autoridades.
El fujimorismo no podrá seguir jactándose de “dominar” el escenario nacional únicamente desde el Congreso, debe volver a convencer a peruanos y peruanas del papel que crean que tienen encargado por voto popular y del rol que vayan a cumplir en los próximos tres año, dentro de los cuales, suponemos, seguiremos observando cuitas políticas en este curioso mandato que por ahora tiene como protagonista a Martín Vizcarra.