Punto de Encuentro

Nuevos aires

19 Marzo, 2015

José Bulnes

La democracia interna en un partido político no solo refiere la alternancia de dirigentes, menos aún el cuidado en las cuotas de edades que compongan una lista. Esto solo es la formalidad de la renovación. Vale decir que están en juego algo más que la legitimidad de la organización ante la ciudadanía. Se plantea la continuidad de un modo de dirigir al partido, así como la forma en que los nuevos integrantes (en una convocatoria plural) serán incluidos en las dinámica del partido. La democracia interna genera que los poderes establecidos al interior del partido entren en un proceso de revisión.

El partido aprista ha iniciado el proceso interno de recambio. Sin embargo, esto no debe generar solamente los sentimientos favorables al cambio, sino generar el suficiente temple en sus militantes a fin de procurar dos cosas: primero, que la renovación no sea solo un cambio de rostros y nombres; segundo, que la renovación implique el planteamiento critico de la ruta que el aprismo viene tomando en la política peruana y en la región. Es decir, si la democracia interna que implica un recambio de actores con decisión vinculante no genera estas dos cosas, la renovación será solo una anécdota en el aprismo.

Pero, hay que partir del realismo en esta fase. Nosotros los jóvenes necesitamos de la experiencia de los que nos anteceden. Deberá haber una articulación de fines, de intereses, y no una sustitución de ellos. Conviene señalar que los jóvenes que integramos el aprismo demandan participar en las decisiones, lineamientos políticos que los líderes trazan. Al mismo tiempo, la evaluación y propuestas que los dirigentes de las bases elaboren, deberán estar vinculadas con la realidad y necesidad (social) de los distritos. Superar los enconos, evitar las triquiñuelas que no hacen sino ahuyentar a los nuevos cuadros del aprismo.

Articular los intereses de una promoción de compañeros dirigentes, que tuvieron sus errores, pero también sus aciertos con sus propias luchas, con los nuestros. La fraternidad, pues,  no debe ser una palabra hueca, sino sustancia y presupuesto en este proceso que el aprismo ha iniciado desde sus bases.

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