Punto de Encuentro

Otro Domingo Sangriento

Cuando el gobierno es incapaz de asumir su responsabilidad por todos los equívocos dados durante su gestión de la pandemia, creer que asumirá su responsabilidad por la muerte de los trece jóvenes (doce mujeres) en la reciente desgracia de Thomas Disco Bar es una ingenuidad tremenda y como buena ingenuidad no exceptúa ser, al mismo tiempo, un adecuado reclamo de justicia.

Ahora, en esta desgracia subyace el problema de la ingente corrupción de los gobiernos locales que facultan la existencia de discotecas y bares de mala muerte de forma no solo clandestina sino cómplice, es decir, con la abierta y obvia participación de las autoridades que, en teoría, estarían encargadas de velar por el mantenimiento del orden publico, las buenas costumbres y la integridad de la ciudadanía.

Como es bien sabido, en casi todos los distritos pululaban antes de la pandemia tugurios de la peor calaña a la vista y paciencia de todo el mundo y, para mayor pesar de todo el país, estos lugares aun subsisten pese a las quejas reiteradas e intensas de no pocos vecinos indignados y perjudicados por los efectos de las juergas ajenas y del volumen excesivo de estos escenarios del vicio y la miseria que, lamentablemente, conforman, también, la existencia de buena parte de los seres humanos.

Por otro lado, los jóvenes que acudieron a esta fiesta fueron insensatos y son responsables de muchas cosas mas nunca de sus propias muertes. Son responsables de transgredir el toque de queda y la inmovilización de los domingos, obviamente, el desbande iba a ser de amanecida. También, de exponer a personas al peligro y a ellos mismos en primer término. Pero, no se merecían morir así ni, mucho menos, es digno que sean sancionados póstumamente por una tanda de sociópatas que no tiene ningún grado de entendimiento respecto del país, la juventud y el hartazgo que produce en la gente las restricciones exigidas por el gobierno para hacer frente a la pandemia y quizás toda una vida padecida al filo de la ley, sin referentes de conducta ni orientación de ningún tipo.

Nada los justifica, nada puede justificarlos, pero constatar el desprecio que se ha expresado por todas partes contra los insensatos que acudieron a Thomas Disco Bar ha sido una experiencia terrible no solo porque nos muestra la ínfima calidad humana de los que así se han expresado sino porque nos ilustra acerca de la irrecuperable distancia que existe entre el Perú actual y cualquier nación bien constituida.

Sobre el papel de la Policía cabe advertir que esta institución no ha usado la violencia en exceso pero sí ha sido desafortunado y desatinado intervenir en el luctuoso local de una manera tan poco reflexiva e infructífera. Falta, en este sentido,  que se devele si algún efectivo policial tuvo la "idea" absolutamente estúpida de cerrar la puerta y se acaba todo el show pero hasta el momento no se ha demostrado que se haya cometido un exceso de violencia por parte de la Policía. Además, esta entidad es solo uno de los brazos armados del Estado o, mejor dicho, del gobierno y como él solo se ha visto reducida a una estela cabal de ineptitud. Tremendo daño causado y solo se ha detenido a veintitrés asistentes a la fiesta del terror: mayor ineptitud no puede haber.

La pregunta, aparentemente menor, que debe resolverse de modo primordial es "¿quién cerró la puerta?" porque a los prófugos de Thomas Disco Bar no se les ocurrió abrir la puerta, no tuvieron el criterio para abrirla o, simplemente, no pudieron hacerlo porque la presión de la gente era excesiva o porque habían sido puestos los cerrojos u otra forma de apresamiento. También, debería ubicarse a los que asfixiaron a las victimas de esta tragedia y desgracia, acaso los responsables más directos de los trece decesos. En todo caso, la irresponsabilidad y la estupidez de todas las partes intervinientes es inmensa.

Debemos ser empáticos, sí seámoslo siempre, pero no dejemos de intentar ser justos. En este orden de cosas, todo el mundo cree poder abrir la boca y decir esto es y nada más, no lo otro. Craso error.

En síntesis, hemos presenciado otro domingo sangriento y sino sangriento, indudablemente luctuoso. Trece ciudadanos muertos, casi por su propia mano, se suman a los muertos que cada día nos resta el virus infame y no solo no hay quien asuma las responsabilidades de sus decesos sino que de los supuestamente más de cien asistentes a la fiesta solo se ha detenido a poco menos de la cuarta parte, veintitrés. Reitero, este detalle constituye una prueba de la severa ineptitud de los encargados de realizar el operativo.

El problema de fondo es que desde Marzo responsabilizamos al gobierno de cuanta tragedia hay en el país (con justísima y absoluta razón) y ya todo lo que venga por ese lado cae de refilón.

Esto no quiere decir que no haya sucedido una desgracia múltiple y sin sentido pero lo peor es que, simbólicamente, representa al país y al "entendimiento" que buena parte de la población y el gobierno tienen acerca de hacer respetar la ley. 

El criterio lo es todo en relación al óptimo funcionamiento de la sociedad, o debería serlo, pero es demasiado escaso en nuestra sociedad, sobre todo en el ámbito gubernamental. En este orden de cosas, nadie debe morir por desobedecer una ley. Pero si el Estado no te cuida, debes ser más precavido pues en caso te mueras por cuenta y gracia de la insensatez (individual-propia y/o corporativa-estatal) hasta te querrán hacer ver como el único responsable de tu tragedia que, en realidad, es la de todos.

Al final, todo esto resulta un diálogo estéril en tanto no se tenga un ejercicio pleno de poder porque sin ese ejercicio solo queda padecer a los ineptos que cumplen funciones públicas y, en el mejor de los casos, solo nos queda educar a la gente (individuos de a pie sin un sol o con millones en cuentas bancarias, da igual pues ambos no tienen ninguna dirección, y gente con cargos públicos y ninguna idea, la coincidencia más malhadada de todas) y esa es una labor sacrificada e inacabable.

Madrugada del Lunes 24 de Agosto de 2020.

PERCY VILCHEZ SALVATIERRA

Escritor

Abogado

Comunicador

Analista Político

Director de Libertad Bajo Palabra

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