Dedicado a la memoria del General Juan Velasco Alvarado.
Se niega que el 30 de Septiembre se haya realizado un Golpe de Estado por la curiosa razón de que no hubo tanques, ni violencia estatal, ni intenciones malsanas (en apariencia) como las que se han visto en la larga tradición golpista de nuestro país. Craso error, pues el quiebre del orden constitucional dictado por la Carta de 1993 (documento hecho, además, a la medida de un dictador, para mayor asombro de los legos), constituye un auténtico Golpe de Estado al haber forzado la fórmula de la Disolución Constitucional del Congreso, aunque se debe reconocer que es bastante “light” en relación al de 1992, en el sentido de que no proviene de un individuo altamente autocrático como fue Alberto Fujimori, y, sobre todo, en relación al de 1968, en el sentido de que no propone, ni puede proponer, ningún beneficio trascendental para nuestra patria.
Sobre la significación histórica del Golpe del 05 de abril de 1992 he escrito mucho y remito mi parecer a los diversos artículos y ensayos que he dedicado a tan infausta fecha. Por ello, no repetiré lo que en dichos escritos expuse mas debo denunciar que el pueblo peruano responsable de posicionar a Keiko, durante las dos últimas elecciones presidenciales, no tiene ningún criterio pues no ha aprehendido al Fujimorismo en toda la extensión de lo perjudicial que fue y es para los intereses nacionales. Desde este punto de vista, vemos como esta anom:alía histórica ha devuelto, este último 30 de septiembre, una suerte de contragolpe a los defensores del golpe fujimorista de hace 27 años, como para conjurar mayores pesares sobre Fuerza Popular.
Por otro lado, lejos de la inmundicia anaranjada y lo anodino del golpe vizcarrista, el 3 de octubre de 1968 se dio inicio al Gobierno “Revolucionario” de las FF.AA. por la vía de un Golpe de Estado con el fin de impedir el eventual arribo al poder de Víctor Raúl Haya de la Torre en las elecciones de ese año. Sin embargo, esta medida radical y antidemocrática puso en práctica de inmediato un plan intensivo de reformas como ningún otro gobierno en la Historia nacional a tal punto que se le comparó con el programa político del APRA auroral, propuesta singular y reformadora raigal, traicionada al poco tiempo por sus propios impulsores por motivos cuya sola enumeración ameritarían un ensayo específico.
En este orden de cosas, tendríamos que calibrar de qué manera los gobiernos que se habían sucedido hasta 1968 habían desplazado y evitado que nuestro país se reformase tal cual lo requerían los planteamientos más lúcidos de la Generación de 1920. Estos planteamientos políticos y programáticos implicaban una visión de país que otorgase, plenamente, las igualdades sobre las que las Constituciones han versado desde el inicio de sus puestas en vigencia, sin ser llevadas a la práctica en ninguna parte y en ningún momento, para pesar de los miles de siervos de la gleba que hasta el 02 de Octubre de 1968 afrontaron rigores feudales que, en teoría, no debían darse bajo ninguna forma en aquellas épocas del siglo XX.
Al respecto debo exponer las siguientes consideraciones:
1.
El Perú ha tendido al autoritarismo desde su inicio. También, al desvarío. No faltan, ahora, por ejemplo, detractores del general Velasco que celebran a Fujimori. Y detractores de Fujimori que celebran a Vizcarra. Casualidad jocosa al tratarse de tres golpistas con grandes matices y diferencias entre ellos.
De hecho, la “oposición” fujimorista que critica el proceder de Vizcarra, pese a su obstruccionismo tenaz y su empecinamiento torpe y malsano de los últimos tres años, tienen su parte de razón, pero, en general, solo representan una exhibición de contrasentido egoísta. Es el colmo de la incoherencia que acusen a un golpista (“light”) de dictador cuando su permanencia en la política peruana se origina y radica precisamente en la figura de un golpista y dictador verdaderamente pesado.
Los intentos de sublimar o romantizar al sátrapa japonés han fracasado tanto por el desinterés de Keiko en otorgar una base sólida a su partido, es decir, lo que podría haber sido la mitificación adecuada de Alberto Fujimori, como por lo difícil del caso, ya que el Fujimorismo no ha tenido ningún interés en articular un discurso que los justifique históricamente. En ese sentido, ese desdén “naranja” por la inteligencia les ha cobrado los costos más altos posibles a tal punto que ha destruido al keikismo, por el momento, y deja abierta la entrada al kenjismo-albertismo como nueva forma de hegemonía en los predios fujimoristas que no son pocos y que no se deben exclusivamente al obsequio de táperes como suponen muchos sino a motivaciones más profundas y acaso más tortuosas, es decir, la necesidad de vincularse con un padre así este sea un monstruo.
Si las críticas fueran dirigidas a los tres golpistas al mismo tiempo y de la misma manera podría pasar el error de la comparación, pero no. Pese a lo expuesto, me preocupa mucho más la gente que equipara a Velasco con Fujimori que la que compara a Vizcarra con Fujimori, ya que como es obvio, el moqueguano no tiene ni punto de comparación con Velasco, quien actuó de manera vertiginosa en favor de toda la gente y no solo para satisfacer a la muchedumbre. Por ejemplo, a los seis días del Golpe del 68 intervino en La Brea y Pariñas, en un gesto patriótico, inusitado entre los mandatarios de los últimos dos siglos, que hizo saltar de orgullo hasta al menos pensado. En este sentido, Velasco, en su última entrevista frente a César Hildebrandt, indicó que “…hasta los enemigos nuestros vibraron de contentos cuando…recuperamos Talara. Cuando recuperamos Talara hicimos vibrar hasta al mismo Ulloa”.
2.
Uno de los problemas colectivos más graves de los peruanos es no ser justos y ecuánimes en nuestros juicios. Sobre todo, en los políticos. Debemos ser aún más claros, no hubo ni un solo presidente peruano impoluto y libre de pasajes oscuros en su tránsito en el poder, pero pocos como Velasco pese al acto antidemocrático del Golpe de 1968 y pese a que traicionó a Belaúnde, tuvieron episodios tan luminosos. No sucedió lo mismo con Fujimori que dio el Golpe de 1992 para emputecer al país ofertándolo al mejor postor e introduciendo una psicótica manera de entender al mercado sin ninguna forma de control y siendo más mercantilistas y corruptores que los más depravados piratas.
3.
El antifeudalismo del gobierno velasquista fue el gran gesto que nos legó su período en el poder y ningún otro mandatario estuvo cerca siquiera de iniciar una Reforma similar en el siglo XX. De hecho, este ideario había sido marcado desde la generación de Haya y Mariátegui, es decir que había sido pospuesto durante medio siglo, y debe advertirse que la Reforma Agraria se realizó en México casi seis décadas antes que en nuestro país. Así de retrasado estaba el Perú en aquellas épocas y si ahora retrocede es por la gran traición de Morales Bermúdez y, sobre todo, por la falta de conciencia crítica y falta de memoria histórica de la mayoría de la población peruana, condiciones adversas que intentamos remontar todos los días desde esta trinchera.
4.
El resto de las medidas gubernamentales del General Velasco son ampliamente discutibles y, sin duda, este gran patriota no fue un demócrata, pero debe entenderse que, pese a ello, fue el más noble y el mejor presidente peruano del Siglo XX, aunque sus proyectos, como casi todo en nuestra historia nacional para mayor desgracia de la población, se quedaron sólo en esa condición potencial. Debe entenderse, también, que su sucesor, Francisco Morales Bermúdez, no sólo lo traicionó, sino que traicionó a la patria entera y aun en estos momentos pese a todos estos estropicios contra nuestro país, goza de una absoluta impunidad sin que importe lo que todos sabemos respecto de su participación en el Plan Cóndor y pese a la condena de cadena perpetua que se dictó en su contra el 17 de enero de 2017 por la Corte Penal de Roma.
En tanto, represor de ciertas libertades, Velasco debe ser condenado. En tanto, liberador de miles de compatriotas absolutamente vejados por las condiciones reinantes en las haciendas, sobre todo, sureñas, debe ser aplaudido. Matices, matices, matices.
5.
Recuerdo la última entrevista que dio Haya de la Torre en 1978. En ella, señaló que el mejor presidente civil que él conoció fue Leguía. En la misma entrevista, o en algunas ocasiones anteriores, había señalado, también, que Velasco gobernaba como un aprista (no en balde su principal asesor, Carlos Delgado, había sido secretario personal del viejo líder aprista), o que, en todo caso, usaba el modelo estatal preconizado por el APRA en los años 30. Sabrosa paradoja pertinaz de un hombre grandemente paradójico porque señaló la única época en la que ser aprista fue un acto noble y valeroso o última argucia vulpina para no reconocer a Bustamante y Rivero, acaso un individuo lerdo para la política criolla pero un modelo de corrección gubernamental. Me pregunto qué diría Haya de la Torre ahora, es decir, luego del golpe de 1992 y del golpe “light” de 2019. Su doblez mítica seguro nos daría alguna sorpresa.
6.
Equiparar el 3 de octubre de 1968 con el 5 de abril de 1992 y a este con el 30 de septiembre es un acto propio de alguien sin criterio que no advierte los matices. No solo por la dinámica y motivación de cada episodio sino por sus efectos sobre el país.
Que quede claro que soy un detractor de toda forma de autoritarismo, pero me gusta apreciar la Historia y formar juicios propios. En ese sentido, es necesario conocer la grandeza de nuestro pasado y es necesario conocer la grandeza de los gestos de Velasco, así como sus numerosos errores, pero no cegándonos al creer que se le puede oponer, en el peor sentido, a Fujimori, es decir equiparándolos imbécilmente, o asumiendo que Belaúnde debe prevalecer sobre él sólo por ser un demócrata ya que este es un sentido tan negativo como el anterior.
7.
No puede decirse que el gobierno de Velasco fuera anticapitalista, pero, sin duda, fue antifeudalista. Así de atrasados estábamos. Así de retrasados son aquellos que no reconocen el mérito de Velasco.
8.
Insisto, el cliché “la democracia más imperfecta siempre será mejor que el más perfecto gobierno autoritario” es un recurso inviable en un país con una tendencia autoritaria tan extrema como este. Y esto es un peligro cuya única alternativa de solución será formar una ciudadanía auténtica y consciente a través de la educación, la cultura y el compromiso patriótico. La receta no es nueva solo que a ningún gobierno se le ha dado por llevarla cabo.
9.
Querer comparar el 3 de octubre velasquista con el 5 de abril fujimorista y a este con el 30 de septiembre vizcarrista es la prueba plena de lo ciegos y cobardes que a veces son los peruanos. Advirtamos los matices, las diferencias y las implicancias de cada acto.
10.
Si este embrollo al que llamamos “patria” pretende ser una nación, en un futuro cercano, urge señalar en su exacta dimensión (o lo que más se le aproxime) nuestro pasado reciente sin bajezas ni concesiones con el fin de esclarecer nuestro presente y zanjar algunas líneas directrices sólidas y fuertes hacia el futuro.
11.
Es mi intención señalar a Velasco como un ejemplo moral para forjar el carácter de las nuevas generaciones y como un ejemplo a no seguir en términos estrictamente gubernamentales. Baste el primer sentido expuesto en este extremo para poder oponer a la canallada que devino en Palacio de Gobierno luego de él, al menos la figura de un hombre y el esbozo del fundador de una nación aún inexistente.
A la efigie de Velasco Alvarado se debe agregar la de Bustamante y Rivero. Pese a sus grandes diferencias, son dos nombres imprescindibles y dos legados fundamentales para erigir la nómina de padres fundadores que nunca tuvimos como país y que indudablemente necesitamos a fin de llegar a ser una nación.
12.
El baremo de lo que es o lo que debe ser un golpe de Estado no puede ser lo sucedido en 1992. Todo golpe atiende a la realidad en la que se da. En 1992 era necesario hacer toda una operación exhaustiva. En 2019, no. De hecho, bastaba un solo acto para configurarlo.
13.
Ningún concepto elevado en la boca de un indecente puede sostener su naturaleza. El solo hecho de que un consumado corrupto recite loas a la honestidad, hará mella en el concepto; que un asesino hablé de pacifismo y de amor al prójimo, enturbia a ambos conceptos. Así, los fujimoristas al señalar que Vizcarra es un dictador exceden todo marco de enunciación y de criterio. A decir verdad, Vizcarra no es un dictador (¿aún?), pero, como ya se ha comentado, sí es un golpista “light”.
14.
No todo Golpe de Estado es indeseado o negativo por más que quiebre el orden constitucional. Por ejemplo, de haberse dado uno entre el 05 de abril de 1992 y el 19 de noviembre de 2000, fecha en que renunció Fujimori, no habría sido objeto de ninguna confrontación por parte de cualquier amante del Perú. Es más, habría estado justificado si este acto golpista, atendiendo al espíritu de la Constitución de 1979, ,desestimaba la Carta de 1993, barniz de legitimación “democrática” del sátrapa nipón, y ponía en vigencia a la última Carta genuinamente Magna que tuvimos de acuerdo a su Disposición Final, artículo 307.
15.
Debemos tener mucho cuidado con el aval popular a los excesos presidenciales ya que dicha manifestación masiva no necesariamente otorga razón ni fundamento a dichas acciones. Por ello, debemos ser críticos y estar atentos permanentemente en el sentido de defender la democracia peruana que, de por sí, es tan endeble que parece estar casi marchita y, por lo tanto, condenada a perecer. En este sentido final, no podemos consentir que, en el futuro, ni siquiera un nuevo Velasco (pese a lo expuesto y por más buenas intenciones que pueda tener) la liquide.
PERCY VILCHEZ SALVATIERRA
Escritor
Abogado
Comunicador
Analista Político
Director de Libertad Bajo Palabra