A los millonarios en Perú con dudosa riqueza y reputación, que en realidad son semi alfabetos, como el caso de César Acuña y otros, solo les interesa llenarse de documentos que les den títulos y “prestigio” que les otorgan instituciones y universidades importantes o no, donde la ética ha pasado a un segundo plano y le dan más importancia al dinero fácil, venga de donde venga, que puede resolver sus problemas presupuestarios y de caja.
Bien dijo Carlos Marx cuando estudió el capitalismo, al afirmar que este sistema económico es un arsenal de mercancías y que todo se va convirtiendo en mercancía que se compra y se vende, concluyendo con unas palabras que son una bofetada contra la gente inteligente y con prestigio que prefiere perder brillo, honestidad intelectual y honor por el vil metal que nubla sus conciencias. Por esto dijo Carlos Marx: “Hasta el honor adopta forma de mercancía”. Y es una verdad porque los millonarios, con algún estigma de duda original en sus riquezas, pagan mancillando a intelectuales y gente de prestigio que aparecen como ejecutivos, directores, rectores, catedráticos, asesores, abogados, etc. en sus empresas educativas, de servicios, de producción , etc.
En conclusión, sobre los millones dudosos se construye un andamiaje de comprados o alquilados para cubrir la vileza, la suciedad, las manchas imborrables del alma de quienes buscan presentarse ante la sociedad con títulos, pergaminos, falsos méritos, etc. Pero que en el terreno real y cuando se presentan hablando o dialogando frente al público no pueden esconder sus ignorancias, precariedades y la rudeza engorrosa de sus naturales incapacidades, que los montones de títulos, diplomas, menciones, etc., todos obtenidos con el vil y la dudosa riqueza, no logran cubrir sus ignorancias, la tosquedad de sus pensamiento simples y triviales, el desordenado e ilógico discurso que tienen estos millonarios que se presentan con ropa muy fina, relojes de marca, zapatos de lujo, que viajan en lujosos automóviles, etc., pero que nunca logran mostrarse como profesionales formados, bien educados, capacitados intelectualmente, sino que siempre se presentan como lo que en verdad son: simples farsantes que quieren y no pueden mostrarse como lo que desean ser y que jamás lograrán serlo.
Esta farsa sucede también con los prestigiosos abogados que defienden a corruptos rateros y coimeros que usan el poder del Estado, el narcotráfico, etc. pero que arguyen al fácil discurso de que todos tienen derecho a la defensa, participando como sus sinvergüenzas defensores que se meten a sus bolsillos o a sus cuentas corrientes parte apreciada del dinero negro, producto de la corrupción en o con el Estado y el narcotráfico.