Autora: Silvana Pareja
En medio de una creciente tensión entre las potencias mundiales, el Perú se encuentra ante una coyuntura crucial. Su ubicación geográfica, estratégica en la costa del Pacífico, le permite conectar con los principales polos económicos del mundo: Asia, América del Norte y Sudamérica. Esta posición, más que geográfica, es también geopolítica, colocando al país en un lugar clave para el comercio, la inversión y la diplomacia.
La rivalidad entre Estados Unidos y China ha superado las barreras del comercio para convertirse en una lucha por el liderazgo global. Mientras Washington se sostiene sobre el poder del dólar y su red de alianzas, Pekín promueve su influencia mediante el crecimiento interno, la expansión de infraestructuras y el control tecnológico. En este escenario polarizado, países como el Perú, con relaciones comerciales activas con ambas naciones, deben navegar con inteligencia, evitando ser arrastrados a un conflicto de intereses ajeno.
Aquí es donde cobra fuerza el concepto de neutralidad estratégica. No se trata de pasividad, sino de pragmatismo. El Perú debe mantener su autonomía diplomática, defender su soberanía y, al mismo tiempo, sacar provecho de las oportunidades que ambas potencias ofrecen. Esta postura permitirá proteger nuestros intereses nacionales y fomentar el bienestar de la población, sin renunciar a una inserción activa en la economía global.
El país cuenta con fundamentos sólidos: estabilidad macroeconómica, baja inflación y una oferta exportadora diversificada. Productos estrella como la palta, el arándano y el cobre han ganado protagonismo en mercados internacionales exigentes. Sin embargo, desafíos como los aranceles impuestos por Estados Unidos o la dependencia de la demanda china, exigen respuestas estructurales.
Frente a este panorama, el Perú debe actuar con visión de futuro: diversificar sus destinos comerciales, fortalecer la calidad y competitividad de sus productos, atraer inversión bajo marcos legales confiables, y avanzar en infraestructura física y digital. La modernización portuaria, aeroportuaria y tecnológica es clave para convertirnos en un hub regional, no solo de materias primas, sino también de innovación y servicios de alto valor agregado.
El reto es grande, pero también lo es la oportunidad. Si el Perú fortalece su institucionalidad, apuesta por una economía sostenible y se posiciona como un actor confiable y estable en el tablero global, podrá no solo sortear las turbulencias de esta nueva Guerra Fría, sino también emerger como un referente de desarrollo para América Latina.