1.
Muy pocas veces un poeta peruano ha estado a la altura de los genios de otras latitudes. Y sí, ya sé que siempre hemos sido pródigos en estilistas y gente que tiene en su haber y en su favor varios versitos simpáticos y hasta bonitos pero hondura y eternidad o ambición de gloria solo la han tenido muy pocos y todos ellos han pagado con creces su entrega absoluta a la poesía.
Martín Adán expresa perfectamente estas circunstancias y estas consecuencias y pese a su aristocrático linaje evidencia varias fallas constitutivas del ser peruano. Podría haber sido tantos personajes importantes en una sola vida pero desistió de todo prospecto de bienestar material y público y no sé si por no poder jugársela más temerariamente o por haberse jugado todas sus cartas y riquezas por esa conflagración fútil y maravillosa que es la poesía en grado sumo.
Le bastó para todos sus propósitos, Lima, ciudad harto apartada del primer mundo, entonces y ahora mismo, inclusive para exhibir su singular contemplación del paraíso y del infierno, su resplandeciente decadencia y su herida grandeza que no podía disimular ni siquiera por su permanente ebriedad en bares inmundos ni por lo raído de sus sacos y gabanes.
Fue un señor, en todo momento, aun en sus caídas y eso es mucho decir respecto de un limeño promedio.
Lo más importante, bajo ninguna circunstancia dejo de ser un poeta, un gran poeta, un genuino creador de belleza y un artífice o mago absoluto y dueño de todas las posibilidades que dispensa el idioma.
Sin embargo, pese a su inmenso talento e inteligencia (se atrevía a denominarse como un hombre más inteligente que Luis Alberto Sánchez, el político peruano más inteligente del siglo XX: “Mi otra vez querido Luis Alberto: Volvamos al tuteo constitucional nuestro. Ya te desahogaste tú y ya me desahogué yo: somos dos peruanos inteligentes —yo más que tú por si aca [sic] —, y ya pasó el lío y dejémonos de cojudeces….6 de diciembre de 1970”) no se propuso escribir una obra de gran proyección.
Podría haber intentado una Comedia o algo similar a los Cantos de Pound tenía el don, la inteligencia y las posibilidades materiales para estar tranquilo y ponerse a escribir pero algo falló e impidió que se preocupase por estas formas de inmortalidad acaso banales para aquel que podía conformarse con haberle visto el rostro a la belleza no pocas veces. Era otro peruano más preso de la derrota y el desamparo y quien sabe que otros motivos hayan tenido su ruina pero la verdad es que si no fuera por Juan Mejía baca no sabríamos de varios de sus libros.
La leyenda dice que escribía en servilletas que una vez usadas eran abandonadas y recogidas luego de la partida del poeta por los mozos que llevaban el preciado trofeo verbal a las manos del inefable editor y gran amigo del vate barranquino.
Volviendo al uso del idioma y de las posibilidades abismales que tiene la poesía de Martin Adán debemos apuntar que dentro del esquema formal y medido, el tipo demostró una excelencia y un furor renovador aun manteniéndose fiel a la tradición métrica como muy pocos artistas han dominado en muestra tradición. En este sentido, sus sonetos (o antisonetos) gozan de una perfección sónica y de una hondura metafísica tremenda. Al mismo tiempo, sus poemas en verso libre o directamente en prosa como los Poemas Underwood, escritos cuando era casi un adolescente (también pudo ser nuestro Rimbaud) o el inmenso Escrito a Ciegas, documento creado ex profeso por la petición de una investigadora argentina, Celia Pasquero, abren otros caminos de exploración libérrima en los que, nuevamente, marcó su rumbo individual como ningún otro poeta peruano y eso es decir bastante dada nuestra famosa tradición rupturista.
Por otro lado, la agudeza de sus expresiones cotidianas es, también, mítica. Tan solo una muestra: “En el Perú, la única forma de vivir con cierta cordura es el manicomio”.
Arguedas, en este sentido dispuesto por añadidura, refirió que, en su discurso en el Primer Encuentro de Narradores Peruanos de 1965, aun en el plano de la pura chismosería o la diatriba típica del ser capitalino (vulgo, el raje), Adán era espectacular:
“Una de las experiencias que recuerdo con (…) un sentimiento entre admiración y espanto, fue un diálogo terrible entre los tres conversadores más agudos, más crueles e implacables que ha tenido la ciudad de Lima: Martín Adán, Enrique Bustamante y Ballivián y Raúl Porras Barrenechea, los tres juntos, como para liquidar al género humano. Nunca tuve, ni en los mejores libros, ni en los mejores libros de poemas o de filosofía, la sensación del poder del castellano que en la boca de estas maravillosas víboras.”
2.
Muchos poetas han mencionado a Adán ya sea en anécdotas o, inclusive en poemas; sin embargo, no existen los estudios, al menos, no proporcionalmente, que si ha propiciado, por ejemplo, César Vallejo. Siempre he creído, en este orden de exposición, que nunca le falló a Adán nada para estar en el nivel del de Santiago de Chuco excepto la experiencia de la guerra civil española que nos mostró a un Vallejo distinto, valiente y hasta épico en ciertos momentos.
Parece mentira pero quizás la disociación planteada en el párrafo anterior se deba a que Vallejo se fue a Paris, aunque sea a malvivir, a que era un militante del comunismo y a que era un tremendo cholo, quizás, una de las pocas veces en que serlo ha devenido en una ventaja en nuestro país donde el racismo y el clasismo son dos lacras que no cesan. En tanto que Adán, según su propia expresión, no dejó de ser nunca un individuo “clerical, conservador y civilista” pese a que su estampa vital y su obra no siempre coincidan con esta circunstancia.
Quizás esa predisposición a favorecer al cholo inmortal frente al autor de Aloysius Acker se deba, también, a que Adán era un escéptico, un vicioso y un hombre en ruinas que rumiaba su soledad y su pasado casi como un pordiosero aunque siempre haya tenido buenos fajos de dinero en los escombros de su vestimenta y aunque haya sido miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Tal vez su ascendencia linajuda le haya restado algunos méritos entre los que, siendo enteramente del pueblo, se han dedicado a enaltecer a Vallejo. Una suerte de vindicta de clase o quizás una especulación indebida acerca de lo que es la peruanidad pese a que ya he expuesto que, precisamente, el poeta al que elogiamos en este texto es una muestra perfecta de lo que es ser peruano, esencialmente, un derrotado, y, constituye, así una exigencia y una referencia de por qué debemos fundar otro tipo de carácter nacional.
Hay muchas diferencias entre los dos grandes poetas pero voy a señalar una significativa antes de finalizar. La casa de Vallejo en Santiago de Chuco es un espacio cultural en el que se rinde memoria y respeto al aeda de Nostalgias Imperiales pero la casa de Martin Adán en el boulevard de Barranco es (o era hasta antes de la pandemia presente) un espacio de diversión nocturna, un bar, un salón de baile en el que no puede formularse ninguna idea debido a la bulla y la reggaetón: una desgracia.
3.
En fin, para cerrar este elogio debo mencionar y señalar algunos fragmentos de tres testimonios sobre el creador de La Piedra Absoluta. Uno de Cesáreo Martínez (compartido con el gran Cesáreo “Chacho” Martínez en Elogio de la Noche y el Fuego) en el que remarca la especial conexión que se dio entre juna Ojeda y el poeta en cuestión. Otro, el testimonio de Antonio Cisneros, uno de los más famosos críticos de Vallejo que prefirió en todo momento a Adán como el máximo poeta de nuestra tradición, extremo con el que, sorpresivamente, coincidimos plenamente. Finalmente, la reflexión personal de Juan Cristóbal, poeta con el que conversamos muchas veces sobre Ojeda y Adán, pues, como ya he señalado, considero al autor de Elogio de los Navegantes y al autor de La Campana Catalina como los mayores poetas peruanos del siglo XX. Juan Cristóbal no solo ha ofrecido importantes apreciaciones sobre Adán sino que le dedicó el mejor poema que se le haya dedicado al enorme escritor que ha motivado estas líneas y compartiremos algunas de esos versos en la parte concluyente de este documento.
Las menciones de Allen Ginsberg al viejo poeta que conoció cuando estuvo en nuestro país son entretenidos pero en este momento no me parecen para nada interesantes. A todo aquel que le importe este tema puede acudir a Google y revisar todo lo que encuentre en este sentido.
Seguimos:
El apunte de Gregorio Martínez da cuenta de una extensa jornada de alcoholización, en mayo de 1968, a la que se sometió junto con Juan Ojeda y otros jóvenes escritores a los que, en cierto momento, Adán largó de la mesa que compartían pues no le pareció que fueran genuinos autores dignos de departir con él. De hecho, según el testimonio del autor de Tierra de Caléndulas, él mismo se dio cuenta que en la danza privada que sostuvieron los dos magnos artistas, él mismo quedaba sobrando pero permaneció allí como testigo del acontecimiento. Ojeda se había entusiasmado con la proximidad del viejo célebre en un rincón del Bar Palermo y dijo lo que señalé en un primer momento, “La poesía está allí”. Luego, de avrias horas de reunión en las que solo compartieron el silencio y las cervezas, el chimbotano se atrevió a decir la, en otro contexto, insultante, expresión: “¿Martinica, es verdad qué te gusta?” Y a partir de allí se desató el jolgorio pues el viejo le dijo: “Recién te estás haciendo hombre” (según la referencia expresa de Juan Cristóbal) y agregó: “Esto hay que celebrarlo” y, también, “Eso no me lo pierdo….No pienso morirme sin probarlo, aunque en verdad ya me estoy pasando de cojudo porque el hombre que a los cuarenta años no lo ha probado es sencillamente un monigote de papel” (esta cita sí está expresamente enunciada en la crónica de Martínez cuyo título es “Travesía de Extrabares”). Luego de tres días y noches de boleto todos los contertulios abandonan la francachela y dejaron a Martín Adán solo, sumido en su alcoholismo y en su esquiva defensa de la vida (aun en esos extremos decadentes no se sabe que haya contemplado el suicidio) y la poesía.
La posición de Cisneros respecto de Adán era, quizás, una forma de autoafirmación aunque compartía, en apariencia, muchos más puntos de conexión con el barranquino que con Vallejo pero quizás haya otros motivos más profundos.
El miraflorino relata que alguna vez abordó a la leyenda viviente y fiel a su vanidad endeble le espetó, tras ofrecerle un libro suyo: “‘¿Y quién es, a su gusto, el mejor poeta joven del Perú?” A lo que el burranquino respondió burlescamente: “¿Poeta Joven? Soy yo, sin duda alguna”
Ahora, nos vemos obligados a compartir el poema en cuestión, uno de los más bellos del autor de Como Higuera en un Campo de Golf, Canto a Martín Adán:
I
Martín
siento tu hermosa fuerza amiga
en las esquinas
y las rosas del mar
en tu silencio
He sumergido sueño y crepúsculo
en apagados muros y ciudades
he creado la noche
solo de piedras en tus manos
Arden los puentes
la sombra de tu voz
II
Nada llega
hasta mi sangre
Solo tu canto
cielo muerto de torres
en la playa
solo tu canto
racimo en la tierra
y los metales
solo tu canto
río de aves
quebrándose en la tarde
Tu canto y las flores
de todas las orillas
tu canto y los días
del viento
y las sonrisas
tu canto rompiendo
en mi alegría
III
Martín
siempre en el mar
he sido para ti
un niño amargo
Ahora
debo recoger la noche
dulcemente ajena en tu mirada
y en el eterno libro
de tu canto.
Juan Cristóbal, por otro lado, siempre me dijo, sorprendido, casi extático, que el silencio de Adán pese a sus denodadas borracheras era lo que más le atraía de la figura pública del celebrado bardo. Nadie podía profanar ese mutismo, añadía. ¿Qué cosas oiría, pensaría o vería en su imaginación el poeta? ¿Acaso serán las sumas voces de las que habla en su famoso poema? ¡Enigma y misterio! Todo esto sorprendía al autor de Los Rostros Ebrios de la Noche porque, generalmente, el individuo que está alcoholizado suele hablar más de la cuenta. Martín Adán era distinto hasta en estos extremos.
Compartimos, entonces, el poema Con Martín Adán en el Asilo que da cuenta de la nervuda poética del afable e inflexible Juan Cristóbal, expuesto sea esto por pura manía dialéctica y para dar testimonio de su contradicción perenne,:
en buena hora te quitaste
tú que ya no tenías nada que hacer en los mercados
en el corazón color caca de las ratas
en los hospitales de los locos /en las camas de las putas
en los hoteles de turista
en buena hora te quitaste /felizmente
pagaste todas tus cuentas en los bares
y te fuiste un viernes santo al Trocadero
para no olvidarte del último polvo de tus días
por eso los pordioseros y ladrones te recuerdan
cuando bebías en los manicomios de la tarde
con los perdidos de la nada
el pisco más barato de la tierra
y te quedabas como un perro tirado en las esquinas
apestando peor que orines de gata masturbada
pero soñando con las mejores primaveras de la luna (yo
desde mi viejo cuchitril y lleno de asma te saludo
y me acuerdo cuando velabas tu alma de viejo camionero
en las aguas pestilentes de la pena
y cuando escondías en tu negra billetera pestilente -de cocodrilo
malhabido- los papeles inservibles y salvajes de tu muerte)
por eso /te ruego/
no dejes caer tu sueño en las excrecencias de las charcas
ni despedazar tu grito de cebolla en las uñas imperturbables del infante
sin embargo sé por las miradas peligrosas de las aves
que cierta vez robaste en el parque a los mendigos
y te tiraste un pedo en paseo de familia
mientras mirabas a las palomas sonreír entre sus nidos
cuando te quisieron hacer gerente una mañana
y los dejaste a todos hechos unas amapolas en su culo
en las cervecerías de la esquina
pero ahora que tanto hablan de ti en los periódicos
háblanos de la Rosa infinita de tus versos
de los duraznos achicharrados de tu insomnio
de la esperanza cruda de las calles /de tu abrigo
que solo sirve para ocultarte de los cumpleaños de tus hijos y
de la herida horrorosa y mugrosa de tus pasos /en fin
de los huevos de dios o del olvido (de tus libros)
porque sabemos que tú eres más pendejo
que cualquier malandrín bailando en el infierno
pero como estás a punto de estirar la pata en el asilo
no me queda más remedio que decirte como al viejo Dylan
Thomas cuando agonizaba como un carnero degollado
en los prostíbulos aterrorizados de los cielos:
“paséate por todos los techos encandilados de la estrella y mira las pezuñas calcinadas de los burros /las palabras fatigadas de los ángeles putos de la tarde para que sepas que no hay mejor comisaría en la carroña del silencio que un buen trago de ron al pie de las entradas maravillosas del otoño donde ya no se puede amar sino a los lirios rotos del espejo anunciando los nuevos nacimientos de los ríos como esas tristes avecillas que envejecen de nostalgia entre los viejos eucaliptos atolondrados de tu pecho”
4.
El 29 de Enero de 1985 (probablemente, en la noche) murió Rafael de la Fuente Benavides, poeta maldito y lirico místico si los hubo y expresión absoluta de como echarse uno a perder la vida teniendo todas las oportunidades del mundo para ser “alguien”, incluidos la ascendencia social y el talento.
No murió plácido en una residencia privada como podría haberse esperado cuando su nacimiento, francamente, en cuna de oro, sino en un humilde asilo para ancianos desamparados y quizás haya muerto repetidas veces en diferentes momentos de su vida como tantos otros grandes artistas que le dijeron no al mundo y a sus tentaciones más vistosas.
Hay mucho que escribir sobre él pues así lo merece dado que es el poeta peruano más importante de la primera mitad del Siglo XX pese a la trémula gloria de Vallejo, la belleza vacía de Westphalen y la alucinatoria pureza de Moro pero a mí, entre las múltiples ocupaciones de mi vida en este momento, solo se me han ocurrido la líneas que acabo de dedicar a su memoria.
En todo caso, el documento que concluye con este párrafo contiene algunas apreciaciones provisionales sobre este autor tan importante pero yo no podría concluir este elogio sin exclamar una frase imperecedera: “Larga Vida a la Poesía”. Por ello, lector amante de los versos y la verdad, no olvides nunca que, precisamente, en una incierta noche distorsionada de juventud y excesos, Juan Ojeda, el mayor poeta peruano de la segunda mitad del Siglo XX en adelante, indicó que en un rincón ruinoso de una cantina del centro de Lima se hallaba la “Poesía” y ese alto concepto era el sinónimo de la persona entera de Martín Adán, seudónimo, a su vez, de Rafael de la Fuente Benavides…. En tanto, no olvides este precepto podrás entender, perfectamente, a la poesía peruana y su actual tragedia. Seguiremos, en otro momento, pero siempre en los más dorados renglones del porvenir…
31 de enero de 2021.
PERCY VILCHEZ SALVATIERRA.
Director de LIBERTAD BAJO PALABRA.