Punto de Encuentro

Del campo a la ciudad.

A inicios del siglo XXI, empezó una nueva etapa en el Perú, estructurada de manera torpe, creando mayores caldos de cultivo para la corrupción y la precariedad de la gestión pública peruana.

Es ahí donde se constituyen las primeras elecciones para presidencias regionales. Un total de 25 gobiernos regionales empezaron a trabajar como un nuevo nivel de gobierno por encima de las municipalidades y debajo del gobierno central, con un diseño estructural bastante criticado por muchos y alabado por otros.

Este nivel de gobierno, llamado “regiones” para muchos considerado la llave para la “descentralización” que tanto aspiraba el país, trajo no el desarrollo tan anhelado para los peruanos, sino mayor corrupción, en un aparato estatal que crece cada día más con el famoso “tarjetazo”, imposible de controlar, además de un clima impunidad jamás visto. Con esta serie de males se da la movilización de nuevos actores en la política peruana, los denominados “independientes regionales”, que lo único que han hecho en estos casi 30 años de sistema de administración regional es empobrecer más estas zonas del país y crear aparatos burocráticos llenos de corruptelas y clientelismo. Todo esto ha traído como consecuencia un Perú polarizado, resentido y en busca de “justicia social”; la cual no llegará de la forma la que  han construido sus discursos las facciones radicales de izquierda.

Para muestra un botón. Solo sobre la inoperancia de estos elefantes blancos, en el periodo iniciado en el 2018, el 84 % de los “gobernadores regionales” están investigados y dentro de estas investigaciones el 70 % ha sido por corrupción; esto quiere decir que algo está fallando en este nivel de la administración pública.

Lo más preocupante de toda esta coyuntura política es que estamos en la etapa de la migración regional al gobierno central, bajo este mismo esquema de corrupción e impunidad.

Esto quiere decir que muchos de los candidatos que postularon en anteriores elecciones o funcionarios que están en el gobierno actual proceden de la labor regional. Estos políticos tienen la visión regional carente de gestión pública, lo que ha traído todo lo que vemos hoy en el escenario político actual.

Ahora bien, la única forma de cambiar esta situación es haciendo realmente las reformas que mejoren la gestión pública regional, ya que mucho de la gestión pública que se hace en el gobierno central es reflejo del regional, por lo que sino mejoramos este grado de la administración estatal seguiremos albergando personajes en la política peruana poco capaces de desarrollar un país con tantas oportunidades perdidas.

Tenemos gestores públicos y políticos que solo buscan ingresar al Estado como una oportunidad para hacer negocios y para dejar quizá su condición económica poco favorable. Sin embargo, no se ha entendido que el objetivo de los gobiernos regionales es desarrollar esa parte del país con las competencias que los dota la ley. Si se lograra ello, se podrían implementar medidas que permitan que todos los peruanos tengamos servicios tan necesarios como sistemas de salud integrados, educación adecuada de acuerdo a las condiciones de vida de la zona, carreteras y generación de empleo a través de las recursos potenciales que goza nuestro país, como la minería, la agroexportación, además de que con estos ingresos se genera inversión en construcción de puentes, carreteras, entre otros tan importante para el desarrollo de las naciones. El reflejo de ese desarrollo, sin duda, se notaría en el gobierno central.

Entonces la reforma “no es de afuera hacia adentro”, sino de “adentro hacia afuera” y de esta manera podríamos pensar en forjar el Perú que tanto anhelamos como peruanos de buena fe.

Este proceso técnico político es el comienzo para que nuestro país pueda surgir sobre la base de sus recursos. Necesitamos que los gobiernos regionales sean gestores de cambio y que los cuadros regionales sean los mejores, para que después de una gestión brillante es sus zonas puedan venir a representar a sus electores en el Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo, algo que parece ser una utopía, pero entiendo que la gran reforma es esa.

No necesitamos “elefantes burocráticos”, sino estructuras modernas que permitan distribuir los recursos de forma eficiente por parte del Estado.

El Estado ausente no se soluciona generando mayor burocracia, sino por el contrario, a través de una administración que sea bastante asertiva con las demandas de los ciudadanos y sus necesidades. Quizá el gran error que se ha generado en estos primeros años de este nuevo siglo y cumpliendo 200 años, ya como República, es creer en modelos regionales que le quitarían la carga al gobierno central, sino por el contrario lo que ha hecho es una especie de caldo de cultivo de gestiones ineficientes. Lamentablemente antes de crear estas estructuras regionales se debió de entender cuál era su función primordial desde el gobierno central, ya que hasta ahora no lo han entendido, debido a los escasos criterios que pueden tener de una visión de país diferente.

Los conflictos sociales son parte del pan de cada día en un Estado fragmentado. Se han creado virreyes regionales que solo contribuyen más a la destrucción del sistema político, con lo cual han dado paso a un sistema político clientelista que tiene como único fin la demolición de las instituciones.

El próximo 2023 inician con gran expectativa nuevos periodos de gobiernos locales y municipales. Son muchos los problemas que se vienen dando en nuestro país y no hay propuestas claras para las soluciones de los mismos. Esperemos que este panorama cambie, porque necesitamos un punto de quiebre y este se dará a partir de reformas que la misma sociedad civil debe solicitarlas. Así las cosas, ojalá el cambio que necesitamos los peruanos sea “del campo a la ciudad”.

NOTICIAS MAS LEIDAS