En torno a la conmemoración número doscientos tres de la jura de la Independencia hecha por San Martín, nunca ha estado más en lo incierto la concreción de dicha figura ficticia. ¿Independientes debido a la fuerza de los extranjeros y para qué? ¿Para los papelones del presente? Terrible destino desgraciado de un país que nunca se propuso ser una nación ni restablecer la hegemonía que tuvo durante la casi totalidad del Imperio español para mayor tribulación de su propio pueblo.
Muy cerca del Bicentenario de la Batalla de Junín y a unos meses del de Ayacucho, hasta el momento a nadie le importa (como pasó hace 3 años en el pseudo Bicentenario del lirismo sanmartiniano) ni se tiene idea alguna respecto de emplear estos acontecimientos en favor de la ciudadanía a través de la exaltación de la identidad nacional que siempre podría hallar en José Andrés Rázuri a un campeón y una leyenda continental tan enorme que la propia escoria de las tropas chilenas al invadir el norte, incluido San Pedro de Lloc, tuvo el criterio de no importunar la residencia del héroe sin cuyo concurso la gesta de Junín no habría sido la gran victoria que fue, incluso, celebrada por numerosos poetas como Borges que la denominó "la batalla de lanzas en la que no retumbó un solo tiro".
En cambio, lo que se tiene a estas alturas del desgobierno generalizado que se ha entronizado desde hace 8 años es una suma de 46 partidos con posibilidades para participar en elecciones lo que constituye una medida inversamente proporcional al material humano realmente existente para asumir la condición de padres conscriptos. En realidad, siendo que no existe el material humano suficiente para formar una sola lista de candidatos decentes en términos intelectuales y políticos, que haya tanto partido en pugna debe alarmarnos pues cada vez el baremo es más y más bajo y así cualquiera cree que puede participar en política.
Fijémonos sino, si mal no recuerdo, que, en las elecciones presidenciales del año 2001, hubo 8 partidos; en 2006, 20; en 2011, 10; en 2016 y en 2021 hubo 19 en cada ocasión. Pero, para este 2026 tenemos, en este momento, la calamitosa suma de 31 partidos aptos para participar en las elecciones y 15 más aun en proceso de inscripción. Es decir, un absoluto desastre.
Tal es así que la consolidación del Perú como una nación plena, muy por encima de todas las diferencias existentes, nunca ha estado más lejos de ser una realidad y se confunde más bien con una utopía, un espejismo o una fantasía, aunque, en realidad, es la más deliberada de las pesadillas a las que nos han conducido la ceguera de los grandes capitalistas, la falta de claridad evolutiva de la izquierda en general y, desde luego, la proliferación perenne de especímenes corruptos sin excepciones ideológicas ni sociales.
Ante estas condiciones tan deplorables e infames no basta señalar que para revertir esta catástrofe es necesario que en la escena política se presente tanta sagacidad como instrucción, talento, decisión y criterio, además de un ansia importante de trascendencia y voluntad de servicio pero, sobre todo, amor a nuestro país y vocación de unidad aun por encima de la diversidad existente. Es decir, virtudes sin las que nadie debería otorgar su favor electoral ni siquiera para vetar a sus presuntas némesis como se ha venido haciendo todo el último tiempo.
Por otro lado, casi nadie habla de los problemas fundamentales del Perú como la educación, pero no hay una sola fórmula ahora mismo para resolver todo eso así que o se sobrevive o se muere. Obviamente, la educación es fundamental, pero para que sea el móvil del desarrollo se requiere de un conocimiento que los políticos no tienen y que los ciudadanos bienintencionados tampoco.
La taumaturgia de creer que se puede resolver los problemas del pueblo sin apenas conocerlo es casi lo mismo que ignorar de frente todo y entrar al gobierno solo para saquear al erario público, lo que quiere decir que entre los ignorantes corruptos y los ingenuos bienintencionados el país sigue sufriendo, cayendo y destruyéndose un poco más cada día.
Por todo ello considero que que si el gobierno no provee lo que corresponde, uno mismo tiene que ver qué hacer.
Por lo tanto, confiar en el Estado en estos extremos es absurdo dado que no existe ni una sola linea sólida de gobierno en el régimen actual ni en ninguno de los 46 partidos que irán en pos del 2026, y que, desde luego, no garantizan nada distinto.
Realmente, lo que se necesita es POLÍTICA de alto nivel contra todos los partidos existentes o ACTIVACION CIUDADANA desde las bases, algo que muy pocos están dispuestos a hacer.
Todo lo demás son buenas intenciones y recursos líricos.
Todo esto si bien se debe en parte a la desidia de los capitalistas y anticapitalistas, por sobre todo, es una tremenda responsabilidad de los ciudadanos y por eso en su manos está resolver sus problemas, pero sin ampararse en el aparato público.
Lo de la Independencia sigue dando pie para filosofar hasta el fin del mundo y seguiremos con ella en ocasión del Bicentenario de la Batalla de Junín.