El reciente atentado contra un precandidato presidencial es un síntoma de los tiempos violentos que vivimos. El intento de asesinato contra Trump en Estados Unidos y el asesinato de Fernando Villavicencio en Ecuador plantean una pregunta: ¿qué está pasando con la democracia en nuestra región? Algunos especialistas afirman que se ha vuelto "boba", una respuesta que, sin duda, tiene múltiples aristas. En este análisis, exploraremos algunas causas de este debilitamiento, que podría llevar a la extinción de los sistemas democráticos si permitimos que fuerzas ocultas y el socialismo del siglo XXI sigan controlando nuestras instituciones.
Si buscamos las raíces de lo que está pasando, una posible causa de esta situación es la introducción de gobiernos neosocialistas a inicios de este siglo. En estados con instituciones laxas y altos niveles de descontento ciudadano, caudillos influenciados por el progresismo, el comunismo y apetitos personales de diversos grupos de poder diseñaron candidatos que, bajo la promesa de reformar las instituciones, permitieron su debilitamiento y el ascenso de representantes de la informalidad al poder legislativo y ejecutivo.
Otro factor importante es la infiltración del sector informal, como el narcotráfico, el terrorismo y los negocios ilegales, en los poderes del Estado. Estas organizaciones, al percibir la necesidad de controlar el Estado para expandir sus actividades, ingresaron en partidos políticos debilitados, empoderándose y dictando leyes que favorecen sus negocios, garantizan la impunidad y protegen estructuras criminales sofisticadas.
Esta crisis institucional, que se ha intensificado progresivamente en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, se extiende ahora a Perú, Colombia y Chile. El modus operandi consiste en construir un discurso basado en el odio, el resentimiento y la frustración ciudadana, facilitando así el acceso de actores nefastos a los sistemas democráticos.
Actualmente, estas fuerzas siniestras han penetrado muchos niveles del Estado. Las próximas elecciones estarán marcadas por financiamiento ilícito, que permitirá el acceso al poder de actores contrarios a la legalidad y defensores de la informalidad. Esta precaria institucionalidad democrática facilita la penetración de la informalidad y la toma de control de los poderes legislativo y ejecutivo.
La lucha no es ideológica: es una batalla entre la legalidad y la informalidad
Más allá de las aspiraciones conservadoras (como son el respeto a la propiedad privada, familia tradicional, contratos garantizados y protección de la vida), las próximas elecciones deben centrarse en fortalecer la legalidad y las instituciones estatales. De lo contrario, la informalidad, caldo de cultivo para la anarquía, podría seguir copando el Estado y terminar por acabar con él, llevándonos a una situación similar a la de algunos países africanos.
A rio revuelto, ganancia de pescadores
Toda esta situación descrita no es fortuita. Es probable que existan intereses ocultos en convertir nuestra región en un foco de informalidad y anarquía, similar a algunos países asiáticos. El objetivo sería explotar recursos naturales en condiciones desfavorables y avanzar geopolíticamente. China, Turquía y Rusia podrían ser los más beneficiados.
Ojalá que el conservadurismo pueda triunfar. Se avecinan tiempos difíciles para nuestra región. Sin embargo, si elegimos a los líderes adecuados, nuestro sistema democrático se fortalecerá y América Latina podría convertirse en un epicentro de desarrollo para todos.