Punto de Encuentro

La democracia bajo fuego: elecciones en el Brasil

Por: Maria Inés Valdivia 

Hoy es el día decisivo, mañana Brasil conocerá de manera oficial los resultados de una de las elecciones más complejas de su historia.  Latinoamérica está expectante, qué duda cabe. El conocido pentacampeón del deporte del balompié posee la mayor dimensión geográfica y económica del continente -incluso en plena recesión económica-, es el principal socio comercial de Argentina, país vecino que sentirá el impulso o declive de sus inversiones, según quien gane.  También su lideranza en el MERCOSUR compuesta por los países de Argentina, Paraguay, Uruguay, y una tardía incorporación de Venezuela (suspendida en el presente), puede verse comprometida.  Desde  1991 el MERCOSUR es la alianza aduanera más importante de la región y está encaminada a convertirse en un potente Mercado Común.  Sin duda, lo que acontezca hoy, marcará la agenda de estos países. Además, puede significar un mayor o menor distanciamiento del gigante verde-amarelho de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia e incluso Colombia y Perú. 

Para los entendidos, la emergencia de candidaturas como Jair Bolsonaro, es una expresión tropical del trumpismo en el continente.  Es cierto, pero resulta necesario profundizar esta afirmación.  El pensamiento de derecha en el Brasil no es reciente, sólo ha estado latente, silencioso y expectante.  Su sustento político e ideológico está íntimamente relacionado con aquellos que defienden un modelo económico que no desea un ápice de distribución económica, que pretende radicalizar el neoliberalismo, sin interferencias o cuestionamientos.  En el mismo sentido, no sólo sectores de la burguesía brasilera o inversionistas extranjeros resultan conservadores (especialmente si de compra de empresas estatales se trata), también otros dos grupos se alinean en esa dirección: los militares y sus simpatizantes y los líderes de diversos grupos religiosos junto con una importante población cautiva de feligreses.  Respecto al primero, se puede afirmar que su presencia política se sustenta en un largo antecedente de impunidad. En el segundo caso, las bancadas evangélicas se han caracterizado por su antipetismo (apoyaron a Collor de Mello en 1989 y Fernando Henrique Cardoso en 1994), del mismo modo que son furibundos opositores a los discursos que fomentan la libertad sexual y la igualdad de género, especialmente entre la población LGBT y las mujeres.

A partir de 1964, esta nación enfrentó una de las peores dictaduras latinoamericanas, como es conocido, no fue la única, situaciones semejantes ocurrieron en Argentina (1976-1983), Chile (1973-1990) y Uruguay (1973-1985), tan sólo para hacer remembranza de los regímenes de facto en el Cono Sur.  De esa manera, los golpes de estado se volvieron una norma y los regímenes democráticos la excepción. Gobiernos de izquierda democrática o frentes políticos fueron defenestrados del poder con la anuencia o  interferencia de los Estados Unidos, así lo revelan los documentos desclasificados de la CIA y un sinfín de tesis y libros sobre la manera en que funcionó el Plan Cóndor en América del Sur.

Los gobiernos militares no sólo quebraron la Democracia, también se trató de regímenes de pésima gestión administrativa, las cifras expresan el caos económico de la nación cuando los militares brasileños se vieron obligados a devolver el poder en 1985.  Precavidos, se preocuparon de aprobar la Ley de Amnistía de 1979 que permitió el retorno de diversos exiliados políticos pero también eximió a los militares perpetradores de violaciones contra los derechos humanos, del proceso penal correspondiente, de este modo se creó una situación permanente de impunidad que comulgó con las ideas de orden y progreso, muy arraigadas en los sectores altos y medios de la población.

Desde el exterior, se creía que en América del Sur ya no había cabida para dictaduras de viejo cuño, sin embargo la complicada situación política del Brasil nos indica lo contrario.  La emergencia de un candidato como Jair Bolsonaro, militar de bajo rango, representa un serio revés para los demócratas, un viraje  que puede significar la elección de un gobierno de ultra derecha, de cuño fascista.  Se puede inferir, que en estos momentos no es necesario dar golpes de estado para acceder al poder y poner en práctica comportamientos antidemocráticos, más sencillo puede ser desprestigiar una opción democrática, mantener las desigualdades para justificar la violencia desde el Estado, difundir noticias falsas como los famosos fake news, financiados por empresas privadas, cuyo objetivo es validar opiniones que desprestigian a sus opositores y coopten o anulen cualquier forma de protesta social.

Lo que está en juego hoy en día, no es cuestión de un modelo con más estado o  menos estado.  Es la Democracia misma, sus canales vitales, Bolsonaro representa un modelo que legitima la muerte y la impunidad.  La Democracia brasilera es frágil, emergió luego de 1985, pero no tuvo un camino sosegado, los militares dejaron el poder, pero también una economía marcada por las cifras rojas.  El endeudamiento externo creció exponencialmente (54% del PBI fue dirigido al pago de la deuda externa), la inflación llegó al 223% y las actividades empresariales tipo Lavajato ya tenían su razón de ser desde hacía buen tiempo sólo que aún no acudíamos a la era del Twitter o Facebook. Como bien señala Henrique Pedreira, Historiador de la Universidad Federal Fluminense, sobre el comportamiento económico de las empresas de construcción pesada entre 1964 y 1985:

Notamos un fuerte e intenso beneficiamiento de los  empresarios del sector por las políticas de la dictadura, sea a través de medidas más generales como el estrangulamiento salarial y el favorecimiento de empresas intensivas en contratación de fuerza de trabajo, como en medidas específicas, como reserva del mercado, exenciones, incentivos, subsidios y amplia elevación de los recursos orientados para las inversiones en obras públicas de infraestructura (Pedreira, 2012: conclusiones).

Como se aprecia en la cita anterior, la corrupción presente tuvo un largo y silencioso antecedente durante la dictadura, pero por diversos canales, muchos se han preocupado de hacer tabla rasa del pasado, de esa forma, el medio académico recuerda, pero la población que no forma parte de este, olvida o está distraída en calidad de teleaudiencia, asiste a  la veintena de canales religiosos que exponen una “curación milagrosa” o realities como The Voice o Master Cheff.  Hoy en día, un sector de la población, mayoritariamente blanco y rico, apela al olvido del período militar y manifiesta un claro apoyo a un candidato que la representa de cuerpo entero: Jair Bolsonaro.  Con 147,3 millones de personas aptas para elegir, de las cuales 52,5% son mujeres  y 47,5 hombres, las elecciones presentes nos ofrecen un panorama que de salir victorioso Bolsonaro, resultará desolador.

En la actualidad, en el Brasil la pobreza se ha incrementado en un 33,3% desde hace tres años (INFOBAE, 2018) y la disparidad del crecimiento económico lo mantiene como uno de los diez países más desiguales del mundo. Puede ser el paraíso de los ricos pero también el infierno en una favela donde moran los pobres. Los militares que acompañan a Bolsonaro son varios y el programa que defienden es muy claro: negacionistas puros, reducirán los ministerios incómodos, especialmente los sociales, de 29 a 15, sin duda significará la fusión de políticas clave para el desarrollo del país, en especial Medioambiente, a la par del apartamiento de Brasil de sus compromisos sobre las emisiones de contaminantes industriales.  También se contempla la concentración del poder en el Ejecutivo en especial aquellas leyes que se relacionan con  la aprobación de temas  sociales. La reducción de la edad para poder ser preso y la extensión de las facultades represivas a la policía militar exponen que la solución  Bolsonarista es  incrementar la punición y de paso obtener mano de obra casi gratuita en sistemas penitenciarios privatizados, sin solucionar los problemas de fondo: la pobreza y la desigualdad; la tipificación de delito de terrorismo a las invasiones de tierras privadas;  priorización de la enseñanza primaria en detrimento de la secundaria y universitaria (continuando, la política del estancamiento de la inversión en educación y salud por veinte años,  aprobada por Michel Temer); la revisión de la historiografía sobre el golpe del 64 y promoción del negacionismo (el golpe pasaría a ser denominado "Contrarrevolución"), el silenciamiento de los valores democráticos promovidos por la educación pública, impulsada por el educador Paulo Freire; la sospechosa fiscalización de los programas sociales que podrían significar un recorte de aquellos o una posible clientela política en función al  apoyo económico por votos.

En suma, la copa que se disputa en el Brasil es la Democracia y el juego no está bonito ni limpio, todo lo contrario, sonidos de espadas y titiriteros tras el telón generan un ambiente turbio, un outsider que no lo es, que se reusó a presentarse en televisión a los debates políticos contra su opositor, es el candidato de los ricos pero también es el de la anti política, viraje a la derecha significará para el sufrido Brasil de los pobres cero inversión en educación y salud, mantener una política de desarrollo sólo con el nombre, a costa del medioambiente y la muerte silenciosa de los pobres o los más vulnerables entre rejas.

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